Una cosa es buscar venganza sobre personas que intencionalmente nos han hecho daño. Otra es tratar de hacerle mal a quienes sin querer nos han perjudicado. Y otra aun más diferente es querer vengarnos de todo el mundo por cualquier tontería, como una simple discusión.
Y tristemente, en este mundo existen personas con una especie de complejo de persecusión. Gente que piensa que todo el mundo está contra ellos.
En sus mentes, una diferencia de criterios se convierte en una ofensa, regaño se vuelve un insulto, una conversación de la pareja con otra persona se torna en una infidelidad, y una pelea a puños se vuelve un intento de homicidio.
Peor aún, sienten que tienen que devolverle la moneda al "agresor", pero multiplicada por cien. No sólo buscan la venganza, sino que confabulan un acto de retribución totalmente desproporcionado con respecto a lo que ellos piensan que sufrieron.
Por desgracia, esto sucede mucho en nuestros barrios populares, sobre todo entre la gente joven. Muchos de los homicidios relacionados con pandillas fueron originados por eventos sin importancia, como que un "pelao" se burló de otro, o miró mal a su novia o tuvieron un intercambio de palabras.
Años atrás, cuando existía una diferencia entre los niños y adolescencentes, lo más lejos que todo llegaba era a los puños. Alguien ganba, alguien perdía, los padres intercedían y todo terminaba ahí. Pero hoy en día, la más mínima tontería es excusa para sacar cuchillos y armas de fuego.
Cada vez hay menos tolerancia en nuestra sociedad, y esto nos lleva a autodestruirnos. Ghandi, quien liberó a la India del yugo del Imperio Británico con cero violencia, lo resumió mejor que nadie: "Lo malo del ojo por ojo, es que al final todos nos quedamos ciegos".
