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Domingo 15 de octubre de 2000



�Adi�s, queridas manos!

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Hermano Pablo
Colaborador

Se recost� en las almohadas y trat� de descansar. Le era dif�cil porque los dolores del c�ncer son crueles. Pase� la vista por la habitaci�n. Hab�a cuadros, fotograf�as, recortes de revistas, diplomas y trofeos. Y hab�a, tambi�n, un piano: el piano en que compon�a sus magistrales sinfon�as.

Se mir� las manos. Ten�a manos suaves, de dedos finos. Las contempl� con dolor y exclam�: ��Adi�s, queridas manos, adi�s!� Un mes m�s tarde muri�. �Qui�n era �ste? Era Sergio Rachmaninov, el genial pianista.

Dos a�os antes, en medio de un concierto, tuvo un colapso. Se le diagnostic� c�ncer. Luch� con la enfermedad veinticuatro meses, pero al final cedi�. Muri� decepcionado, contemplando siempre sus manos. Fueron realmente pat�ticas y sentidas las �ltimas palabras de este maestro de la m�sica: ��Adi�s, queridas manos, adi�s!�

Rachmaninov, aquel gran genio musical ruso, naci� en 1873. Fue autor de preludios para piano, conciertos, sinfon�as y poemas sinf�nicos. Era maestro en la composici�n como tambi�n en la ejecuci�n en piano, pero muri� decepcionado, no porque tuviera c�ncer sino porque hab�a perdido el uso de las manos. Con la p�rdida de las manos y de la agilidad de los dedos, perdi� tambi�n todo deseo de vivir. Feneci� su �nimo cuando murieron sus manos.

En el caso de Sergio Rachmaninov, aunque no hubiera perdido el uso de las manos, el c�ncer lo habr�a vencido. �Pero qu� de los que, con toda salud y fuerza, pierden el deseo de vivir porque algo los ha decepcionado?

�Qu� de las que se desesperan porque el novio las ha dejado o porque el esposo ha abandonado el hogar? �Y qu� de los que se suicidan porque ha fallado el negocio? La vida trae circunstancias muy dif�ciles, pero mientras nos queda aliento, si podemos mantenernos en pie, si no nos hemos muerto, el futuro a�n es nuestro.

Es interesante notar que todos los milagros que Jesucristo hizo mientras anduvo en esta tierra, los hizo en personas que hab�an perdido toda raz�n de vivir. Cuando no quedaba alternativa, cuando todos los recursos humanos se hab�an agotado, cuando nadie ofrec�a esperanza, Cristo con su dulce compasi�n y su absoluto poder rescataba de la desesperaci�n al que ya lo hab�a perdido todo.

Lo cierto es que Cristo vive hoy, y no ha cambiado. �l nos ama con profundo amor y tiene el poder para librarnos de toda aflicci�n. No nos desesperemos. No perdamos la fe. No dejemos de creer. Clam�mosle al Se�or: ��Ten compasi�n de m�!�, y �l nos devolver� su �nimo. �l s�lo espera que lo llamemos.

 

 

 

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