La pelea fue en Port Moresby, Nueva Guinea. Duró nada menos que cuatro días y tomaron parte más de doscientas personas. Se emplearon palos, piedras, lanzas y flechas. La contienda produjo tres muertos y doce heridos de gravedad. La policía detuvo a más de cien peleadores.
�Qué había pasado? �Cuál era la causa de esta batalla campal? Simplemente que un hombre perteneciente a un clan había hecho una "proposición indecorosa" a una mujer de otro clan. Y la ofendida se había defendido a gritos.
Esto de que un hombre haga una proposición indecorosa a una mujer de su clan, o de otro clan, es delito muy grave para la sociedad de Nueva Guinea. Ellos viven en un estado semi primitivo. Casi no conocen aviones, automóviles, radios ni televisores. Poco saben de modas o de cine, o de ideas avanzadas o del poder del dinero.
No obstante, tienen ideas y conceptos muy claros y firmes acerca del matrimonio, el adulterio y la infidelidad. Para ellos tan sólo proponer, aunque sea veladamente, una acción amorosa a la mujer de otro, es motivo para la pena de muerte. El hogar, la familia, el honor de las hijas, la honra de las mujeres, son cosas muy valiosas para los indonesios, aunque parezcan de los pueblos más atrasados de la tierra.
A fin de cuentas, �cuál es el progreso de nuestra civilización blanca y cristiana? �En qué cosas somos nosotros superiores, moral y espiritualmente, a los de Nueva Guinea?
Debemos reconocer que uno de los pantanos más sucios y malolientes de nuestra sociedad es el que forman todos los delitos y pecados sexuales que a diario se cometen. Parece mentira que nosotros, los pueblos blancos y cristianos, que debiéramos dar el ejemplo al resto del mundo, seamos los que más hundidos estamos en la charca de las infidelidades conyugales.
Es difícil cambiar la sociedad, pero es fácil cambiar al individuo. Cuando nos entregamos a Cristo de todo corazón -con alma, mente y espíritu-, �l nos cambia, nos limpia y nos regenera.