SALE FORTALECIDO
Comunistas fracasan en echar del
Kremlin a su "Bestia Negra"
Moscú
EFE
La oposición comunista,
que considera al presidente ruso Borís Yeltsin como su "bestia
negra", fracasó estrepitosamente ayer en su intento por destituir
al inquilino del Kremlin.
Ninguno de los cinco cargos de acusación sometidos a votación
en la Duma (cámara baja del Parlamento), donde los comunistas y sus
aliados son mayoría, obtuvo la necesaria mayoría cualificada
de dos tercios, es decir los votos de al menos 300 de los 450 diputados.
Fracasó incluso la acusación de haber iniciado la guerra
de Chechenia (1994-96) con un uso ilegal del Ejército, el único
cargo que los analistas consideraban con posibilidades de prosperar, por
contar también con el apoyo de la oposición liberal, ya que
sólo logró 283 votos, 17 menos de lo exigido.
El Partido Comunista, que soñaba con desbancar del poder a su
ex militante Yeltsin, reconvertido a la democracia, y vengarse por las humillaciones
que le hizo sufrir durante su gestión, volvió a perder su
enésima campaña por la reconquista del Kremlin.
La "lista negra" de ofensas incluye la ilegalización
del Partido Comunista, tras la fracasada intentona golpista en Moscú
en agosto de 1991, y el desmantelamiento del imperio soviético en
diciembre de ese mismo año. Tampoco perdonan a Yeltsin el bombardeo
del Parlamento Comunista Ruso en otoño de 1993, cuando los diputados
se negaron a obedecer su disolución anticonstitucional y formaron
unidades paramilitares, aunque sin lograr la toma del poder por las armas.
En 1996, el comunista Guennadi Ziugánov perdió los comicios
presidenciales ante un Yeltsin desprestigiado, quien en medio de la guerra
chechena logró revalidar su cargo a pesar de un infarto y gracias
a una masiva campaña anticomunista.
También fracasaron los intentos comunistas de crear una comisión
médica encargada a demostrar la "incapacidad física"
de Yeltsin, a quien Ziugánov considera "borracho perdido"
y "persona enferma que no puede trabajar más de tres horas",
por su conocida afición al alcohol y su largo historial clínico.
El Partido Comunista intentó sacar provecho a cada crisis política
que desataba Yeltsin cambiando a su antojo a los primeros ministros, pero
siempre tuvo que desistir por temor a que el presidente iracundo lo ilegalizara
o disolviera la cámara.
Iniciado como una campaña populista más para humillar a
Yeltsin y sin perspectivas claras, el proceso de "impeachment"
cobró fuerza y los comunistas creyeron ver que el desastroso estado
del país llevaría al resto de la cámara a apoyar sus
propósitos.
"Yeltsin es el mal absoluto para Rusia, mientras sigue en el Kremlin
no habrá paz ni orden en el país", dijo Ziugánov
al pasar factura al jefe de Estado por los ruinosos resultados de su dolorosa
política "criminal y antipopular".
En respuesta, los diputados comunistas escucharon, durante las intervenciones
de los demás grupos parlamentarios, demoledoras críticas a
su ideología y un minucioso recuento de los sangrientos crímenes
del régimen bolchevique.
"Lástima que la destitución no haya prosperado debido
a las traiciones" por parte del cuerpo de diputados, dijo Ziugánov
tras conocer el resultado de la votación que acababa con su sueño
de volver a lanzarse inmediatamente a la conquista del Kremlin.
"El país comprende lo que sucede: los electores pedirán
cuentas a sus diputados, que ya pueden abandonar sus esperanzas de renovar
su mandato en las elecciones parlamentarias de diciembre próximo",
señaló el líder comunista, poniendo a mal tiempo buena
cara.
De hecho, el fracaso del "impeachment" supone una seria derrota
del Partido Comunista, pero al mismo tiempo le permite salvar la cara ante
su militancia con el argumento de que ha hecho lo posible por "tumbar
el régimen antipopular" de Borís Yeltsin.
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