CRIMENES FAMOSOS
Todo porque vivir
Max Haines
Rachel McLean tenía
un brillante futuro, hasta que conoció a John Tanner.
Toda la familia McLean de Blackpool, Inglaterra, había logrado
su meta. Malcom era ingeniero aeronáutico; Joan era maestra. Y era
sólo natural que su hija, Rachel, siguiera con la tradición
de la familia de intereses culturales y por sobre todo, la aspiración
a una educación más alta.
Rachel pasó fácilmente a través de la escuela. En
1989, fue aceptada por la Universidad de Oxford. Una vez en esa famosa casa
del saber, alcanzó su plenitud como uno de sus estudiantes más
destacados.
Rachel era activa en asuntos estudiantiles y tenía varios cargos
importantes. El mundo, con todo lo que éste promete, yacía
ante Rachel. Era joven, hermosa e inteligente.
Al término de su primer año en Oxford, Rachel retornó
a Blackpool. Una noche, en un club nocturno, conoció a John Tanner,
de 22 años. John era un neozelandés alto y buen mozo que estaba
trabajando en el club durante sus vacaciones de la Nottingham University.
El y Rachel congeniaron desde este primer encuentro en el club. Pronto
estaban saliendo juntos. Antes que el receso de verano hubiera finalizado,
habían intimado. Las vacaciones terminaron y los dos amantes retornaron
a sus respectivas universidades.
Pasó el tiempo. Rachel le pidió a John que pasara las vacaciones
de Navidad con ella y sus padres en Blackpool. John aceptó con entusiasmo.
La pareja intercambió regalos de Navidad. Todos comentaron la
atractiva corbata roja estampada que Rachel le había dado a John.
Los McLean estaban totalmente encantados con su huésped. Si hubieran
podido elegir cualquier joven para su hija hubiera sido John Tanner. Buen
mozo, brillante y agradable, era la pareja perfecta para su Rachel.
Aunque estudiaba en Nottingham University, John todavía se las
arreglaba para pasar un tiempo con su novia en Oxford. Tenía el convencimiento
de que estaban hechos el uno para el otro. No había dudas al respecto,
después de la graduación se casarían.
Desgraciadamente para todos los involucrados, Rachel no sentía
del mismo modo. Con el paso del tiempo se cansó de la actitud posesiva
de John. Hasta se cansó de su actuación sexual. Sabemos mucho
acerca de los más íntimos sentimientos de Rachel porque llevaba
un diario. Cada pensamiento personal concerniente a su desilusión
de John era anotado en su diario.
En el Día de los Enamorados, Rachel llegó a la conclusión
que debía romper de una vez por todas con John. Le escribió
una carta, pero en el último momento perdió el coraje y decidió
no enviarla. Rachel sintió que era hora de salir con otros jóvenes.
Algunos eran extremadamente atractivos y todo un cambio para Rachel, quien
en el pasado se había citado con John exclusivamente. En ocasiones
dormía con sus nuevos pretendientes.
Cada vacación Rachel dejaba Oxford y pasaba el receso con sus
padres. El 13 de abril, la Sra. McLean condujo a su hija de vuelta al colegio.
Daba por sentado que John vendría a pasar el fin de semana con Rachel
antes de reasumir las clases el lunes. Rachel vivía en Argyle Rd.
en East Oxford con otras cuatro muchachas.
La Sra. McLean dejó a su hija en su casa. Pronto llegó
John, lleno de planes para el futuro. Pensaba que era hora de que él
y Rachel se comprometieran formalmente. Uno sólo puede imaginarse
su sorpresa cuando Rachel le dijo que semejante arreglo no era posible.
Le dijo que sentía cariño por él, pero que no tenía
intenciones de convertirse en su esposa.
Era la hora de las confesiones. Rachel le dijo a John que lo sentía
sumamente posesivo. Sus posibilidades de felicidad a largo término
eran mínimas. Entonces dejó caer la bomba. Había dormido
con otros hombres.
John arremetió contra ella. Si él no podía tener
su verdadero amor, ningún otro hombre la poseería. Sus manos
rodearon la garganta de Rachel y apretó hasta que ella quedó
flácida. Para asegurarse de que estuviera muerta, arrancó
la corbata roja estampada de sus pantalones (la usaba como cinturón),
y la envolvió en el cuello de Rachel. La misma corbata que Rachel
le había dado como regalo de Navidad estaba ahora siendo usada como
el instrumento de su muerte.
Como muchos otros asesinos antes que él, John pensó qué
hacer con el cuerpo de su víctima. Desesperadamente, miró
alrededor de la habitación de Rachel. Sus ojos se fijaron en el suelo.
Las maderas del dormitorio de la planta baja eran fáciles de levantar.
Suavemente bajó el cuerpo de Rachel debajo del piso y reemplazó
las maderas.
John dejó la casa de Argyle Rd., su mente consumida por un solo
pensamiento: autoconservación. En la estación de Oxford escribió
una carta a Rachel, pretendiendo que estaba siendo escrita mientras viajaba
en el tren a Nottingham. En la carta se quejaba de los saltos del viaje,
y pedía disculpas por su mala caligrafía. También mencionaba
su llorosa despedida en la estación, una despedida que nunca había
tenido lugar. John astutamente mantuvo la charada escribiéndole y
hablándole a Rachel desde Nottingham.
El lunes a la mañana, cuando Rachel no apareció para las
clases, fue echada de menos inmediatamente. Un profesor llamó su
nombre, sólo para enterarse de que sus compañeras de cuarto
no tenían idea de sus andanzas. Se teorizó que Rachel se podría
haber enfermado y retornado a Blackpool. Un llamado a los padres pronto
probó que esta teoría era errónea.
El jardín fue examinado en busca de signos de tierra removida.
Nada por allí. La policía dejó la casa convencida de
que si Rachel se había encontrado con un acto delictivo, no había
ocurrido en su lugar de residencia.
Los detectives pronto se enteraron que la última persona en ver
a Rachel con vida era su novio, John Tanner. Cuando fue interrogado, John
le dijo a la policía que él se había despedido de Rachel
en la estación de Oxford. Ella se había encontrado con un
joven que le había ofrecido llevarla a casa en el auto. Cuando vio
por última vez a Rachel, ella estaba caminando hacia su auto. John
recordaba cómo era el hombre. Cooperó ampliamente en compaginar
un retrato. El resultado fue una fotografía compuesta que se parecía
sorprendentemente a él.
Privadamente, los investigadores no creyeron la historia de John. Estaban
seguros que él había matado a Rachel y que de algún
modo había dispuesto del cuerpo. Nadie había visto a Rachel
y John dejar la casa. Las compañías de acarreos fueron investigadas.
Ninguna había recogido una caja o un baúl de Argyle Rd. Los
conductores de taxis no habían sido llamados para un viaje desde
la casa sospechosa.
La policía decidió buscar en la residencia una vez más,
aunque se daban cuenta que después de 18 días, hubiera emanado
algún olor del lugar donde descansaba el cuerpo. Esta vez los oficiales
buscaron en el ático. También examinaron las bañeras
y lavatorios buscando una evidencia de descuartizamiento. Todos sus esfuerzos
fallaron hasta que el agente Colin Wood levantó una madera del piso
del dormitorio.
Quedó sorprendido al sentir una ráfaga extremadamente fresca.
Había un gran espacio entre el piso y la tierra. Una fuerte corriente
de aire circulaba bajo el piso, eliminando cualquier olor. El agente Wood
iluminó con su linterna el extraño espacio y repentinamente
se detuvo. El haz de luz de su linterna mostró un pie humano. Al
fin Rachel McLean había sido encontrada.
En diciembre de 1991, John Tanner fue sometido a juicio en Birmingham
por el asesinato de su novia. Fue encontrado culpable y sentenciado a cadena
perpetua.
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