Las actuaciones de los policías contra dos fotógrafos de esta editora que cubrían eventos el fin de semana, es injustificable. Fue un comportamiento excesivo que contrasta con lo permisivo que son muchas veces con el hampa.
Cuando la ciudadanía reclama una acción más efectiva contra la delincuencia, los uniformados se ensañan contra comunicadores, cuyo único delito es cubrir un evento público o un suceso de crónica roja.
Tratar de justificar comportamientos excesivos, sólo sirve para incentivar ese tipo de conductas. Las personas merecen un mínimo de respeto y la autoridad debe dar muestras de educación y no pretender abusar del poder que ostenta.
Cuando se es funcionario se está expuesto a los cuestionamientos. Si un alto cargo asiste a un evento se corre el riesgo de ser captado por las cámaras. Así lo han entendido por mucho tiempo los diversos altos cargos del país, por eso el tratar de quitarle las imágenes captadas por un fotógrafo y luego facilitar que un particular agreda a un comunicador, no se puede apadrinar.
Se comprende que autoridad y comunicadores son como el agua y el aceite; cada uno tiene una función que cumplir, pero debe haber un grado de respeto, donde el abuso no tiene cabida ni justificación, sino que más bien merecen el cuestionamiento de la sociedad y los medios.