Ocho personas murieron durante un violento motín en una cárcel argentina concluído ayer al rendirse los reclusos que durante veinte horas mantuvieron como rehenes a medio centenar de familiares de presos, además de una veintena de guardianes.
"El penal está controlado, el ciento por ciento de los reclusos ha depuesto su actitud", afirmó Jorge Rodríguez, jefe de la Policía provincial al salir del Penal San Martín de Córdoba (700 Km al oeste de Buenos Aires) donde unos 1.800 reclusos mantuvieron en vilo a las autoridades desde la tarde del jueves.
El jefe policial dijo que "no quedan rebeldes, se han liberado a los rehenes y recuperado todo el armamento", pero advirtió que "resta realizar una minuciosa requisa" del penal a la que los reclusos aceptaron someterse, indicó.
COMPROMISOS
Según el jefe policial las autoridades acordaron con los amotinados anular un reciente endurecimiento en el régimen de visitas, disparador de la revuelta que comenzó el jueves cuando más de medio centenar de familiares, entre ellos mujeres y niños, se hallaban de visita.
Oficialmente se informó de ocho muertos, un policía, dos guardianes y cinco reclusos. Rodríguez dijo además que hay nueve uniformados heridos de bala, algunos en grave estado, y otros trece fueron atendidos con lesiones por impactos de piedras.
Durante todo el motín las autoridades desplegaron alrededor del presidio un gigantesco dispositivo de seguridad que incluyó alrededor de un millar de efectivos, entre los cuales unidades de elite.
Los reclusos comenzaron a liberar a los rehenes poco después del mediodía del viernes, y algunos fueron evacuados en ambulancias.
El momento de mayor violencia se vivió el jueves cuando un grupo de reclusos armados intentó fugarse en camión que estrellaron contra un árbol, lo que derivó en un enfrentamiento en el que murieron dos reclusos y un policía, mientras 14 presos fueron recapturados.
Escenas espeluznantes se vivieron cuando amotinados encaramados en los techos amenazaron con arrojar al vacío a algunos carceleros rehenes.
El motín se agravó cuando los presos se apoderaron de las armas de los carceleros que sometieron, alguna de las cuales presumiblemente emplearon desde sus posiciones en los techos.