Quienes lo conocían personalmente dicen que era despiadado, apolítico e implacable, pero también que fue alguien que sabía escuchar.
Algunos de sus antiguos asistentes comentan que sentía una admiración por Stalin y por las películas de "El Padrino". Otros indican que fue extremadamente hospitalario y que le gustaba dialogar con los extranjeros.
Ese era Saddam Hussein, el hombre que poco a poco fue forjando su leyenda y que gobernó con mano dura a los iraquíes durante 24 años.
El ex líder de Irak nació en la pequeña aldea de al-Awja, a orillas del río Tigris el 28 de abril de 1937, en el seno de una familia de campesinos sin tierras.
Analfabeto hasta los 10 años, pasó su infancia con su madre y su padrastro, quien se cree que lo maltrataba.
Sin haber hecho carrera militar, pasó de teniente general a general en 1976.
Su llegada a la presidencia, el 16 de julio de 1979, fue propiciada por la conveniente renuncia de Ahmed Hassan al-Bakr.
Después de más de tres años de haber sido encarcelado, Saddam Hussein siguió proclamándose como el presidente de Irak y rechazó el juicio que se abrió en su contra por los hechos ocurridos durante los 24 años que estuvo en el poder.
El hombre que nació a las orillas del Tigris, como Saladino o Nabucodonosor, convirtió a Irak en una nación asediada y logró granarse la enemistad de Estados Unidos.
Como dice uno de sus biografos, Saíd K. Aburish, que trabajó a sus órdenes, "Saddam Hussein pasó varias décadas creando su propio mito, y después, sus enemigos, pasaron algunas más tratando de desmantelarlo".