En la última semana se han producido dos incendios en poblados indígenas.
Primero fue en Madugandí y ahora en la isla Soledad Miria, en la comarca Kuna Yala. Ambos siniestros han barrido con la mitad de las casas.
Aparte del problema social que esas tragedias representan, las autoridades deben iniciar una investigación, para esclarecer los hechos que motivaron esos incendios. No pareciera tan casual que dos hechos similares se produzcan en zonas indígenas en el lapso de una semana.
Al mismo tiempo, ambos siniestros obligan al Estado a prestarle una ayuda continua a los residentes de esas poblaciones, porque aparte de perder sus pertenencias, el fuego arrasó con los cultivos que utilizaban los indígenas para su sobrevivencia.
El problema no es sólo levantar las casas y llevar unas cuantas bolsas de comida, sino que se requiere de una ayuda más permanente. Al mismo tiempo las comunidades deben adoptar medidas de seguridad para minimizar el riesgo de ese tipo de eventos.
Cuando se aproxima el verano aumentan las quemas de herbazales que se extienden y muchas veces ponen en peligro a la población.
De igual modo hay que verificar las condiciones de las conexiones de gas butano y cuando se utilicen velas para alumbrarse, deben colocarse en envases que eviten que la llama pueda extenderse y provocar incendios.