Las inundaciones ocurridas en las provincias de Darién, Colón y Panamá son una muestra fehaciente de que los panameños no estamos preparados para enfrentar desastres pequeños y muchos menos de gran magnitud.
Cada vez que la naturaleza se ensaña contra los seres humanos particularmente en Panamá, las autoridades encargadas de la atención del desastre, parecen las más sorprendidas a pesar de que regularmente se la pasan advirtiendo sobre la posible ocurrencia de estos fenómenos.
En materia de desastre no hay lugar para las improvisaciones ni para el protagonismo político. Se hace necesario que los que saben o supuestamente saben sobre el manejo de las situaciones de emergencia, sean los encargados de coordinar las actividades en medio de la crisis.
Los políticos no tienen cabida en esta gestión, ni los ministros "roba" cámaras, ni las empresas que aprovechan las situaciones de crisis para desarrollar una campaña mediática para promocionar su imagen, regalando artículos que en la mayoría de los casos son innecesarios. ¡Que tu mano derecha no sepa lo que hace tu izquierda!
A los que manejan el tema de los desastres le recordamos que la prevención de los desastres no debe circunscribirse al establecimiento de medidas de vigilancia y alerta, aunque estas hayan tenido éxito al ser aplicadas en otras latitudes.
También se hace necesario capacitar y preparar a las comunidades a través de los sistemas de educación e información. Hay que desarrollar campañas masivas de comunicación y sensibilización para que la gente que vive en áreas vulnerables, sepa como reaccionar, antes, durante y luego de la tragedia.
La gestión de preparación para desastres debe comprender el entorno humano, la definición de las zonas de riesgo y de escape y su acondicionamiento; así como, el evitar la construcción en sitios peligrosos.
La cultura de la prevención debe estar presente en la mente de todos al igual que el intercambio continuo de conocimiento entre las autoridades, las comunidades vulnerables y los estudiosos de la materia de desastres.
Paralelamente las autoridades deben tener una visión clara de la importancia de estar preparados para enfrentar desastres y dotar a los organismos encargados del manejo de las emergencias de los recursos para evitar nuevas sorpresas.
Cero politiquerías en medio de las desgracias. Las tragedias son los mejores momentos para sacar la grandeza que se lleva por dentro, pero sin bombos y platillos y bajo el silencio mediático.