|
EDITORIAL
Fin de año escolar
Llegó diciembre y con él, la finalización del año lectivo 2002. El pasado viernes, la mayoría de las escuelas del país cerraron el programa correspondiente al periodo. Una gran masa de bachilleres recibió sus diplomas y se apresta para ingresar a las universidades del país. Una parte de esa población estudiantil, ha recibido con satisfacción el "pase" para el siguiente nivel. Otros, lamentablemente, tendrán algunos "inconvenientes". Pero en fin, el año escolar 2002 es capítulo pasado.
A puertas de las fiestas de fin de año, se ha ignorado un poco el resultado de ese año lectivo. Faltará ver las estadísticas de los reprobados y las deficiencias encontradas en el año que termina, para luego emprender un plan agresivo (en el buen sentido de la palabra) y renovar los bríos para enfrentar al 2003.
Independiente de la culminación de las clases académicas, ronda en las mentes de una gran parte de los padres de familia, la interrogante de cómo emplear el tiempo libre que le queda a sus hijos.
Es que muchos padres de familia ven las escuelas como una guardería. Un lugar donde cuidan a los niños, mientras ellos se dedican a realizar sus labores. Y precisamente allí pudiera estar la falla en el proceso educativo, donde una gran parte de la población progenitora es la gran ausente en el programa.
Ahora que los muchachos están de vacaciones, se requiere de mayor concienciación por parte de los adultos para proporcionarles ocupaciones instructivas y al mismo tiempo permitirle a los estudiantes un verdadero descanso.
Cierto que el muchacho requiere mantener frescos sus conocimientos, pero no es dejándolo en un aula durante sus vacaciones como lo conseguirá. Es verdad que dichos cursos son necesarios, pero estrictamente para quienes en realidad lo ameritan.
En las vacaciones escolares se debe dar la oportunidad al estudiante de relajarse mentalmente para que cuando retome nuevamente los libros, tenga mayores bríos.
Las vacaciones deberían ser vistas como el tiempo preciado de compartir en familia. No tiene que ser todo un mes, ni dos ni tres. Pero sí se debe medir la calidad de ese tiempo que se comparte con los hijos ahora que están en casa más tiempo que de costumbre.
Descansar no es permitir al hijo o hija "embotarse" en la televisión, ni menos abrasar la casa ajena hasta que se queme. Sería bueno delegar funciones responsables en los hijos más grandes que les permita al mismo tiempo, mantenerse ocupados, pero divirtiéndose. Para pasar unas buenas vacaciones no es necesario tener dinero sobrante, sólo deseos de compartir en familia y despejar el camino para que cuando los estudiantes retornen a clases, se sientan incentivados.
|
PUNTO CRITICO |
 |
|