Infidelidades eran las de antes. La gente cometía o no cometía adulterio, que era pecado mortal y generaba culpa, remordimiento, confesiones, penitencias y divorcios.
Con el internet las cosas se han complicado y hoy asistimos a lo que se está llamando la "infidelidad emocional".
Por ejemplo, enviar un mensaje a una compañera o compañero de trabajo elogiando su vestuario, corte de pelo o preguntándole por qué tenía esa sonrisa tan deliciosa esta mañana.
Usted me dirá que esto es comunicación inocente con otro ser humano al que vemos todos los días y no tiene nada que ver con ningún tipo de infidelidad.
Y muy probablemente tenga razón. Pero, yo pregunto, ¿le ocultaría ese correo electrónico a su pareja? ¿Le molestaría saber que su pareja envía un correo electrónico similar a otra persona?
Entre el simple flirteo y la infidelidad existe la misma relación que entre el noviazgo y la boda: uno lleva al otro, aunque no necesariamente
Si la respuesta a ambas preguntas es sí, usted ha ingresado en lo que los especialistas llaman la infidelidad emocional.
Esto por varias razones. Entre el simple flirteo y la infidelidad existe la misma relación que entre el noviazgo y la boda: uno lleva al otro, aunque no necesariamente.
Es decir, usted puede flirtear y no pasa nada. Pero el juego tiene sus riesgos porque puede ser muy divertido y convertirse en un hábito emocionalmente más necesario que la sonrisa de su esposa o marido.