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Juguetes

Por: Milcíades Ortíz | Catedrático

El padre estaba avergonzado ante su hijo. Tenía una hora de tratar de armar un juguete... ¡y nada! Siempre sobraban tornillos y tuercas, así como algunas piezas que no aparecían en el manual de instrucciones.

Cuando el papá compró el juguete en el almacén le juraron que era fácil de armar. "Hasta un niño puede hacerlo", le dijo el vendedor para convencerlo.

Ahora ese veinticinco de diciembre en la mañana, su hijo tenía cara de tristeza.

No podía disfrutar del complicado juguete. Y eso le "aguó" la navidad.

Tuvo el padre que llamar a un conocido que sabía de ingeniería para que armara el juguete.

En otra casa el asunto fue distinto. El bello juguete duró pocas horas y se dañó.

También fue tremenda la decepción en el niño. Quedó por varios días el costoso juguete en un rincón. Cuando lo llevaron al almacén se enteraron que allí no los reparaban, ni tenía garantía.

No había nadie que se hiciera responsable por arreglar el moderno juguete.

A otro padre de familia le falló el cálculo de lo inteligente que era su hijo.

No quiso comprar el juguete para la edad del niño. Consiguió otro para dos o más años con la excusa que "Juanito era muy listo y podría disfrutarlo".

Para Juanito no era tan "genio" y no supo usar el juguete fuera de su edad. Molesto, lo dejó a un lado y buscó algo más sencillo, como un caballito de palo.

En esto de los juguetes de navidad hay que seguir ciertas reglas para no cometer errores.

Al comprarlo se debe hacer según la edad del niño. Si es muy caro, hay que tener una garantía de que se podrá reparar.

Se aconseja que los juguetes que necesiten armarse no sean enredados, ni que necesiten un ingeniero para hacerlo.

Comprendo que haya padres que quieran demostrarle al niño que lo quieren mucho, dándoles cantidad de juguetes.

Una vez conocí el caso de un padre que se pasó ahorrando plata todo un año, para darle... dieciocho juguetes al hijo.

Cuando el chiquillo vio esa "montaña" de juguetes, no supo por dónde comenzar a jugar. Tomó uno, dos o tres... pero siempre había otro más atractivo.

Al final, confundido, se fue a buscar el juguete preferido del año pasado... y el padre quedó ¡traumatizado!



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