Donaldo Boss y su esposa formaban un excelente matrimonio cristiano. Tenían fe en Dios, habían cultivado un espíritu muy sensible, y mostraban paciencia, amor y bondad. Tenían cuatro hijos hermosos que colmaban la casa de alegría y felicidad. Pero un día estalló un incendio terrible que consumió la casa, y los cuatro niños murieron carbonizados.
Para el matrimonio Boss, fue un golpe sumamente severo. La pérdida de la casa no les importaba en absoluto, porque su interés no estaba en las cosas materiales. Lo que turbaba su fe, lo que apagaba su espíritu, lo que había borrado la sonrisa de su rostro, era la muerte de los cuatro pequeños.
Para olvidar un poco tanta pena, hicieron un largo viaje por Palestina. Pensaban que quizá contemplando los lugares que fueron testigos de la vida de Jesucristo, ellos recibirían de nuevo la paz que antes habían disfrutado. Pero ni las iglesias, ni los lugares históricos, ni los huertos ni las aldeas les dieron la paz que buscaban.
Una tarde vieron a un rústico pastor palestino conduciendo sus ovejas. El hombre llegó a un arroyo con su rebaño. Las ovejas con crías no querían cruzar las aguas. El pastor, entonces, fue tomando en sus brazos los corderos uno por uno, y pasándolos al otro lado. Cada oveja que veía a su cría al otro lado del río se metía resueltamente en la corriente y atravesaba las aguas.
Al observar esto, el matrimonio reflexionó que Jesucristo es el buen pastor de las ovejas. En su sabiduría profunda había permitido que los cuatro hijitos cruzaran antes de ellos el río de la muerte. Pero allá estaban salvos y seguros. Ellos entonces comprendieron que ya no tenían por qué tener temor de nada. Pronto habrían de volver a reunirse con sus adorados pequeños.
Más allá del río de la muerte está Cristo. Pero lo cierto es que Él está de este lado también, y no hay ningún temor cuando nos tomamos de su mano. Ni enfermedad, ni pobreza, ni muerte ni desgracia alguna pueden apartarnos de su amor perfecto, ni de su mano poderosa y tierna. Con Cristo no tenemos nada que temer, ni tinieblas, ni peligros ni la muerte.