Si te dejó,
perdónala

Redacción
Crítica en Línea
Mi primera reacción
fue preguntar ¿por qué yo, si no pedí venir
a este mundo? Las lágrimas y el abrazo con mi madre consolaron
un poco mi dolor. En ese momento le prometí a mi madre
que nunca quería saber de esta señora, ya que si
ella no me quiso yo tampoco deseaba saber de ella. Fui creciendo
y a medida que pasaban los años mi odio y la clásica
rebeldía de la edad me estaban consumiendo. A cada momento
me repetía a mí mismo que llegaría el día
en que nos veríamos la cara mi madre biológica
y yo, y en ese momento le diría que no pudo conmigo, que
estoy vivo y feliz de estar lejos de ella.
A corta edad contraje nupcias y vinieron los hijos a quienes
les prometí que por nada del mundo los desampararía
y que mi amor por ellos iba a ser eterno. Al paso de los años
sólo tenía algo en mente y la gran pregunta ¿a
quién se parecen mis hijos? Fue así como mi esposa
investiga y averigua todo mi pasado y da con mi madre biológica.
Ese día tan esperado había llegado, pero ya el
odio del pasado estaba sepultado. Me armé de valor y fui
en busca de mi destino, junto a un amigo que me brindó
su apoyo y al cual le estaré eternamente agradecido. Esa
tarde no dimos con la casa, pero a principios de semana investigué
más a fondo y di con la dirección exacta y el número
de teléfono. Le informé a mi esposa que iba a cerciorarme
de que la dirección fuera la correcta. Emprendí
el viaje y al momento de llegar la casa estaba vacía,
ya que todos se encontraban trabajando. Supuse que en horas de
la tarde ya estarían de regreso. Nuevamente converso con
mi esposa y le informo que a las 5:00 p.m. me encontraría
con mi destino. Llegué ya casi anocheciendo y dije: "buenas
noches". De inmediato me responde una voz varonil, "pasa
que está abierta"; al parecer me estaba confundiendo
con otra persona. Luego de unos segundos el señor se levanta
y dice, disculpe, yo pensé que era mi hijo, ¿qué
se le ofrece? Respondí: "Busco a la señora
de la casa". Me informaron que esperara un momento y me
di la espalda para conversar con mi esposa, ya que ella me acompañó,
y se encontraba muy nerviosa. Llegó el momento y la señora
se apoya en la verja de hierro y yo me doy la media vuelta y
le pregunto, es usted tal persona, a lo que respondió
que sí. Le dije que no le iba a quitar mucho tiempo y
que si me permitía pasar a su casa. Nos sentamos en la
parte de la terraza y sin más preámbulo ni presentación
le dije que yo era su hijo. Un silencio invadió aquella
casa y una paz desbordó en mi corazón. Pocas palabras
por parte de ella fueron la nota del encuentro, definitivamente
confundida por lo acontecido. Emprendí mi retirada de
aquella casa no sin antes dejarle mis teléfonos, por si
quería volver a verme. A las pocas horas del encuentro
efectué una llamada telefónica, para saber si la
noticia había originado alguna reacción de la cual
yo me arrepintiera. Efectivamente aquella mujer estaba sumida
en una tristeza muy grande. Tanto así que no le prestó
importancia alguna al cuestionamiento del esposo, el cual pedía
una explicación sobre lo ocurrido. (Recuerden que el esposo
no tiene ningún vínculo conmigo). Luego de esto,
parto de viaje al día siguiente y no regresé hasta
10 días después, lo que causó una ansiedad
tremenda en ella y en mis hermanos, a los cuales no pude ver,
ya que por casualidad no se encontraban en la casa al momento
de mi visita. Mi viaje de trabajo no fue el mejor, ya que conversando
con mi esposa me pude percatar que el sufrimiento de mi madre
biológica era terrible. Por fin regresé, y a primera
hora alisté a mis niños y sin egoísmo alguno
los llevé a que conocieran a su nueva abuela y a sus tíos.
Todo fue tan hermoso cuando llegué que no me pude contener
y bueno, ya ustedes saben. Pasamos un día fabuloso, lleno
de emociones y de un sentimiento sincero. Al pasar de los días
tuve más tiempo para conversar con mi nueva mamá
y digo nueva, porque a partir de esa fecha nos prometimos empezar
a vivir una nueva vida, olvidando aquel pasado, el cual nos hizo
tanto daño, pero que al final nos unió. Para que
ustedes tengan una idea de lo buena que es mi madre adoptiva,
que al momento de conocer a mis hermanos, dijo, hoy yo he ganado
tres hijos más.
Quisiera darles un consejo a todas esas personas que les ha
pasado lo mismo que a mí.
Recuerden que nosotros no somos quién, para juzgar
a nadie y mucho menos a nuestros padres, por mayor que sea la
falta, siempre seguirán siendo nuestros padres. Deja el
rencor y vive en paz. Habla con tu hijo y dile tú, antes
que a un extraño se le salga comentarle, lo que debes
informarle.
Qué suerte, ahora tengo dos madres.
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Qué suerte,
ahora tengo dos madres.

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