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 Miércoles 8 de diciembre de 1999


Si te dejó, perdónala

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Redacción
Crítica en Línea

Mi primera reacción fue preguntar ¿por qué yo, si no pedí venir a este mundo? Las lágrimas y el abrazo con mi madre consolaron un poco mi dolor. En ese momento le prometí a mi madre que nunca quería saber de esta señora, ya que si ella no me quiso yo tampoco deseaba saber de ella. Fui creciendo y a medida que pasaban los años mi odio y la clásica rebeldía de la edad me estaban consumiendo. A cada momento me repetía a mí mismo que llegaría el día en que nos veríamos la cara mi madre biológica y yo, y en ese momento le diría que no pudo conmigo, que estoy vivo y feliz de estar lejos de ella.

A corta edad contraje nupcias y vinieron los hijos a quienes les prometí que por nada del mundo los desampararía y que mi amor por ellos iba a ser eterno. Al paso de los años sólo tenía algo en mente y la gran pregunta ¿a quién se parecen mis hijos? Fue así como mi esposa investiga y averigua todo mi pasado y da con mi madre biológica. Ese día tan esperado había llegado, pero ya el odio del pasado estaba sepultado. Me armé de valor y fui en busca de mi destino, junto a un amigo que me brindó su apoyo y al cual le estaré eternamente agradecido. Esa tarde no dimos con la casa, pero a principios de semana investigué más a fondo y di con la dirección exacta y el número de teléfono. Le informé a mi esposa que iba a cerciorarme de que la dirección fuera la correcta. Emprendí el viaje y al momento de llegar la casa estaba vacía, ya que todos se encontraban trabajando. Supuse que en horas de la tarde ya estarían de regreso. Nuevamente converso con mi esposa y le informo que a las 5:00 p.m. me encontraría con mi destino. Llegué ya casi anocheciendo y dije: "buenas noches". De inmediato me responde una voz varonil, "pasa que está abierta"; al parecer me estaba confundiendo con otra persona. Luego de unos segundos el señor se levanta y dice, disculpe, yo pensé que era mi hijo, ¿qué se le ofrece? Respondí: "Busco a la señora de la casa". Me informaron que esperara un momento y me di la espalda para conversar con mi esposa, ya que ella me acompañó, y se encontraba muy nerviosa. Llegó el momento y la señora se apoya en la verja de hierro y yo me doy la media vuelta y le pregunto, es usted tal persona, a lo que respondió que sí. Le dije que no le iba a quitar mucho tiempo y que si me permitía pasar a su casa. Nos sentamos en la parte de la terraza y sin más preámbulo ni presentación le dije que yo era su hijo. Un silencio invadió aquella casa y una paz desbordó en mi corazón. Pocas palabras por parte de ella fueron la nota del encuentro, definitivamente confundida por lo acontecido. Emprendí mi retirada de aquella casa no sin antes dejarle mis teléfonos, por si quería volver a verme. A las pocas horas del encuentro efectué una llamada telefónica, para saber si la noticia había originado alguna reacción de la cual yo me arrepintiera. Efectivamente aquella mujer estaba sumida en una tristeza muy grande. Tanto así que no le prestó importancia alguna al cuestionamiento del esposo, el cual pedía una explicación sobre lo ocurrido. (Recuerden que el esposo no tiene ningún vínculo conmigo). Luego de esto, parto de viaje al día siguiente y no regresé hasta 10 días después, lo que causó una ansiedad tremenda en ella y en mis hermanos, a los cuales no pude ver, ya que por casualidad no se encontraban en la casa al momento de mi visita. Mi viaje de trabajo no fue el mejor, ya que conversando con mi esposa me pude percatar que el sufrimiento de mi madre biológica era terrible. Por fin regresé, y a primera hora alisté a mis niños y sin egoísmo alguno los llevé a que conocieran a su nueva abuela y a sus tíos. Todo fue tan hermoso cuando llegué que no me pude contener y bueno, ya ustedes saben. Pasamos un día fabuloso, lleno de emociones y de un sentimiento sincero. Al pasar de los días tuve más tiempo para conversar con mi nueva mamá y digo nueva, porque a partir de esa fecha nos prometimos empezar a vivir una nueva vida, olvidando aquel pasado, el cual nos hizo tanto daño, pero que al final nos unió. Para que ustedes tengan una idea de lo buena que es mi madre adoptiva, que al momento de conocer a mis hermanos, dijo, hoy yo he ganado tres hijos más.

Quisiera darles un consejo a todas esas personas que les ha pasado lo mismo que a mí.

Recuerden que nosotros no somos quién, para juzgar a nadie y mucho menos a nuestros padres, por mayor que sea la falta, siempre seguirán siendo nuestros padres. Deja el rencor y vive en paz. Habla con tu hijo y dile tú, antes que a un extraño se le salga comentarle, lo que debes informarle.

Qué suerte, ahora tengo dos madres.

 

 

 

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