¡Amor de Madre! El sentimiento más puro e inmaculado, el amor sublime que no traiciona, que lo entrega todo, quizás para recibir nada.
La madre es una fuente de ternura, de dulzura, abnegación y elevados sacrificios. Ella es el compendio de toda una vida, la mujer digna y sacrosanta, quien sintió germinar en su delicado corazón ese amor eterno hacia el hijo que se gestaba en su vientre.
¡Es la mujer joven o madura, quién te amo antes de nacer! La que con cariño y pletórica de felicidad te dio el calor de su seno y te prodigó miles de caricias y de castos besos cuando se hizo el milagro de tu feliz existencia.
¡Hijo! No seas ingrato y cruel. Nunca olvides a esta santa mujer, y jamás la hieras.
¡Hónrala, protégela y quiérela siempre...! Ella es fuente de tu vida. La que te recibió con una sonrisa angelical, la que te arrulló en la cuna, vigiló solícita tus primeros pasos.
¡La anciana de cabellos de plata o la joven cariñosa y buena, quienes han sabido cumplir con la misión que la Providencia les ha confiado de ser fuente de vida y guía de la humanidad merecen tu amor filial.
Si las tienes a tu lado, si tienes, hoy Día de la Madre, la dicha inmensa e inmarcesible de estrecharla junto a tu palpitante corazón, ¡bésala...! y haz la solemne promesa de respetarla y protegerla...! y de otorgarle amor todos los días de su sublime y gloriosa existencia.
Si sientes la congoja y el llanto asoma a tus ojos porque la parca impía la ha arrebatado de tu lado, eleva fervorosa oración al Cielo. Visita la tumba de tu inolvidable progenitora y deposita en ella reverentemente las más delicadas, perfumadas y puras flores, de exquisito aroma.
Dirige la mirada amorosa hacia el Cielo y te parecerá ver el angelical rostro de tu abnegada madre, quien desde el seno del Señor te sigue bendiciendo y protegiendo...!
¿Loor a las Madres de Panamá y del Mundo! ¡Gloria eterna para sus abnegados espíritus y que la felicidad sea su compañera hoy, mañana y siempre...!
