Martes 4 de diciembre de 2001

 

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  OPINION

EDITORIAL
En manos del hampa

Una ola de crímenes está azotando a Panamá, durante los primeros días de este mes. Se trata de un diciembre rojo. Al menos 10 personas han perdido la vida en homicidios, algunos de ellos perpetrados en las narices de la Policía Nacional y la PTJ.

Cualquier panameño está expuesto a ser asesinado. Ya casi todos los sectores del país se han convertido en área de peligro. No se puede caminar sin estar expuesto al robo o al crimen. Al menos 260 asesinatos se han registrado durante el año 2001.

Se esperaba que con la llegada de diciembre se desplegara una mayor presencia policial, tanto diurna como nocturna, pero la misma no se observa, salvo los tradicionales operativos para solicitar licenciar a los conductores.

Para colmo de males policías y expolicías son identificados como cabecillas de las bandas que asaltan, matan y secuestran a ciudadanos panameños. Sin duda que la ola de crímenes guarda relación con la grave crisis económica del país, el consumo de drogas y la degradación de los valores morales en algunas familias.

Aparte de ello, las cárceles en vez de reformar a los infractores les otorga maestría en delincuencia. La mayoría de los reclusos salen nuevamente a cometer hechos ilícitos y regresan a prisión, constituyendo un círculo vicioso.

Frente al problema de la criminalidad, la población se siente impotente. El luto llega a los hogares, porque un raterito le dio la gana de ultimar a un ciudadano honesto para robarle lo poco que su víctima tiene en sus bolsillos.

La respuesta de las autoridades es la de siempre: "estamos trabajando en eso", pero el pueblo está cansado de las excusas y de las mismas frases. Se requiere acción, vigilancia en las calles, que el maleante sepa que no le será fácil perpetrar su delito.Los policías deben dejar las oficinas refrigeradas y tener una rápida capacidad de reacción ante el crimen. En el país existen demasiados recursos de personal y tecnológicos para enfrentar la criminalidad, pero se requiere un mejor uso y funcionarios dedicados y con mística por su trabajo.

No es posible que los funcionarios que deben proteger a la comunidad se encuentren involucrados en hechos delictivos que empañan la imagen de la institución en la que laboran.

Los panameños esperan que siempre, pero sobre todo en diciembre, puedan hacer sus compras sin la preocupación de ser víctimas del hampa y de los homicidas. La vida es lo más preciado que tiene un ser humano y nadie sólo Dios tiene el derecho de quitarla.Estamos en manos del hampa. Los policías están dormidos y deben despertar.

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