A veces no sabemos por qué nos dan esos mareos, esos dolores de cabeza, vómitos y desmayos. De repente comenzamos a notar que no tenemos la misma energía. Nos cuesta más tiempo pararnos de la cama, o resulta difícil conciliar el sueño cuando nos acostamos en la noche.
Muchos de esos síntomas y desórdenes pueden ser asociados a una deficiente alimentación. Nos faltan las vitaminas, carbohidratos (no se puede abusar de las dietas de sólo proteínas), o minerales esenciales.
No esperarás que comiendo burundangas en vez de un buen plato de comida, vas a mantenerte de pie. Por otro lado, meterte comida rápida todos los días no te va a cobrar la factura con el corrrer de los años. Está comprobado que una dieta regular de alimentos es causante de obesidad, hipertensión y otros males.
No es que no podamos comer lo que queremos, pero con moderación, y variando constantemente. Algo de carne (alternando pollo, puerco, pescado y vacunas), algo de vegetales, un poco de arroz, papas, de vez en cuando sopa y así nos vamos. Siempre cuidando la ingesta de grasa. Comer chicharrón y frituras está bien, siempre y cuando no sea lo único en nuestra dieta.
Esta es la mejor forma de alimentarse, porque tener una dieta estricta que corte de golpe con todo lo que nos gusta, también puede tener un efecto negativo a nivel psicológico. A algunos nos pone irascibles, malhumorados y deprimidos estas dietas de pesadilla. Al final, por querer tener el cuerpo saludable, bordeamos la locura.
Estamos hablando de que en la comida, como en todo, los extremos son peligrosos. Si somos comedidos en lo que ingerimos, no hay necesidad de abandonarlo definitivamente. Podemos saborear el postre que nos gusta, nuestros traguitos y visitar nuestra franquicia favorita de comida rápida, siempe que sea de tiempo en tiempo.