A veces, al llegar de visita a residencias de amistades o conocidos, podemos ver la falta de conciencia que algunos tienen con respecto a sus animales. Muchas mascotas, que supuestamente traemos a las casas para que nos cuiden y brinden cariño y compañía, se hallan en peores condiciones que un animal callejero.
¿Cuál es la idea de tener a un perro amarrado las 24 horas del día? ¿No se dan cuenta de que esto altera negativamente el carácter de los animales? Los hace más agresivos, les deteriora su salud, y si algún día se escapan, lo más probable es que muerdan a sus dueños con tal de mantener su libertad.
Otros animales, como loros, gatos, monos, tortugas y canarios también pasan el Niágara en bicicleta en casas de sus dueños. Los podemos ver en jaulas inmundas, con restos de alimentos podridos desde hace semanas y sin agua.
Su pelaje está repleto de garrapatas chupasangre, sus uñas partidas y sus dientes se les caen. Y todo ante la indiferencia de sus dueños. Una existencia miserable.
Los animales domésticos no son un mueble: requieren una inversión emocional, de tiempo y de dinero. Si no tenemos tiempo o ganas de atender a una mascota, mejor regalémosla o vendámosla a gente que sí esté dispuesta a darles cariño.
En este sentido, lo peor que podemos hacer con un animal que ha pasado toda su vida amarrado a un poste, es sencillamente abandonarlo en la calle. Esto es prácticamente una sentencia de muerte para ellos.
Tener mascota es también tener una responsabilidad de velar por el bienestar de un ser vivo dentro de nuestro hogar.
Si no estamos preparados para asumir esta responsabilidad, mejor ni nos metamos en ese asunto. El único resultado será el sufrimiento innecesario de un animalito.