Se sabe que los caballos son animales muy fuertes capaces de afrontar travesías en montaña o llanura, incluso, atravesando climas de los más variados. Pero esto no significa que su buena salud sea eterna e independiente de los cuidados que puedas brindarle.
Hay algunas enfermedades o accidentes que los caballos pueden tener, para lo cual debes estar preparado, así puedas detectarlos a su inicio.
Presta atención cuando: tu caballo no coma igual que siempre, cambios bruscos en su peso, ausencia de brillo habitual en el pelaje, dificultades en el andar (signos de cojera).
Está de más aclarar que debes contar con un botiquín de primeros auxilios dentro de tu establo. En él, es de mucha utilidad tener algodón, vendas y gasas, pomadas desinfectantes, y polvos bóricos.
Una de las enfermedades que puede atacar a tu caballo son los catarros. Apenas lo sientas toser, sería oportuno que lo apartes del resto de tus caballos, si es que los tuvieses, para evitar los contagios. El proceso en estos casos suele abarcar 10 días, durante los cuales sería conveniente que descanse en un lugar donde se encuentre caliente y con alimentación especial (mezcla su comida habitual con miel para mejorar su garganta).
Otra de las enfermedades puede ser la laminitis, producida por la ingesta de hierbas con exceso de nutrientes. Esta enfermedad se manifiesta en los cascos (inflamación) produciendo, en ocasiones, dificultades severas en el andar de tu equino. En estos casos no dudes en llamar al veterinario.
La tiña se manifiesta en el pelaje de tu caballo en forma de pequeños y redondos espacios sin pelo. Esta enfermedad es muy contagiosa, no sólo debes aislar a tu caballo, sino que debes tratarlo con guantes de goma porque puede contagiarte también a ti.
Cuando tu caballo presenta cólicos, en general, está relacionado con una mala alimentación. Algunas veces esto puede ser grave, por eso, ante estos casos, es necesaria la consulta con el veterinario. Mientras esta llega a darse, mantén a tu caballo caliente y si es posible también en movimiento.
Las vacunas contra los parásitos son necesarias, en primer lugar porque evitan las dificultades digestivas ocasionadas por los mismos (pueden comerse su alimento) y en segundo lugar porque pueden llegar a introducirse en sus sistema sanguíneo.