Con agrado escuché recientemente la noticia de que la pollera se convertirá en el símbolo más representativo de los panameños en el exterior, claro está, después de nuestra bandera, escudo y nuestro himno.
Por otro lado, vimos con mucho agrado cómo el Desfile de las Mil Polleras en la ciudad de Las Tablas quedó convertido en un mar de polleras de todas las clases, de todos los colores y todos los presupuestos.
Como si fuera poco, el pasado domingo se realizó en la ciudad capital el XXXIII Festival de la Pollera y la Camisilla Margarita Escala, la máxima expresión de la pollera en la cuidad capital, a la que se le suma el Concurso de la Camisilla, en el que un jurado conocedor selecciona la mejor.
Este año, el galardón fue para Manuel Jiménez, un joven amante de la tradición, que lució una confección de Bolívar González.
Aunque las más aplaudidas fueron las polleras en sus tres categorías: marcadas, zurcidas y sombreadas.
Este festival, que desde el año pasado ha tomado relevancia, una vez las autoridades de Cultura tomaron su organización, está entre los más importantes del país junto al Margarita Lozano, que por ley de la Nación debe realizarse en la ciudad de Las Tablas cada año durante sus fiestas patronales.
Margarita Escala, su gestora, es una de las más fieles defensoras del uso de esta prenda de vestir en la ciudad capital, cuando era reservada a las clases populares.
Este año, la medalla Malena Nocosia, el máximo galardón otorgado a la pollera que más aplausos obtiene, recayó en Loraine Chevarría de Sinclair, cuya pollera fue diseñada por Nelson Vergara y Elia de Vergara, de San José de Las Tablas.