La clave de la paternidad es ser paciente. Esto lo confirman las abuelas que tanto soportaron el mal comportamiento de sus hijos y ahora quieren compartirlo con los demás.
Un niño, en su etapa inicial siempre será un explorador del mundo que le rodea. Pregunta una y otra vez lo mismo. Ese es su deber: preguntar sin cesar porque desean entender el por qué de aquello o lo otro, pero lo cierto es que algunas veces los padres se fastidian y pierden la calma cuando se pregunta más de 10 veces.
En otras situaciones, algunos padres suelen perder la calma cuando sus hijos no atienden sus llamados como por ejemplo: Fulano, ven aquí; baja de ahí; no corras, no comas eso; ven a comer; no saltes; no metas la mano en el inodoro; pórtate bien; ven a tomar la medicina; usa la vasenilla; no le pegues a tu hermano; no contestes gritando; obedece; ponte el cinturón; has la tarea; no toques la computadora; respeta a mamá; no te escondas; no botes la comida; no grites, en fin, un montón más.
Los padres deben ser tolerantes al momento en que van a disciplinar a sus hijos. No todo el tiempo se puede contestar gritándoles o sacando la correa para darles en las piernas. El amor debe partir por delante para que ellos obedezcan de una vez por todas ese llamado.
Si usted es padre primerizo vaya entendiendo que las cosas, aunque parezcan salirse de control, no deben dar pie a que usted pierda la calma porque su actitud lo convertirá en un fracasado (a) frente al programa que debe aplicar para la mejor educación que deben tener sus hijos en casa.
La próxima vez que le pase por la cabeza halar de orejas o de los cabellos a sus hijos, respire profundamente, cuente hasta diez y tome la mejor decisión. Sacar la correa debe ser la última opción. Recuerde que Dios también nos disciplina y Él no anda con el látigo para someternos. Entonces, busque otras formas con los suyos para que crezcan con amor.