La muerte le llegó a Yasser Arafat sin ver concretado su gran sueño: ver convertida a Palestina en Estado independiente.
A la edad de 75 años murió de una extraña enfermedad en París.
Tras su fallecimiento quedará la imagen eterna del dirigente con su atuendo permanente del guerrillero y miliciano palestino, que en 1974 logró tribuna en la ONU para hacer conocer la causa de su pueblo.
El hombre que encabezó uno de los movimientos terroristas más temidos tuvo su evolución y ya convertido en dirigente moderado logró en 1993 estrechar en los pasillos de la Casa Blanca la mano de su eterno enemigo, el primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, cuando lograron firmar los acuerdos de Oslo que le sirvieron para recibir el premio Nobel de Paz.
La muerte de Arafat tendrá su impacto en el conflicto israelo-palestino.
¿De qué magnitud?. Nadie lo sabe, sobre todo porque Yaseer es incierto.
Arafat era un dique que lograba contener a los sectores más radicales de Palestina.
Hay quienes sostienen que el deceso del carismático dirigente puede favorecer la democratización en Palestina; otros menos optimistas temen que ganen más terrenos los sectores radicales de Cisjordania.
Por ahora las riendas del gobierno palestino están en manos del primer ministro, Ahmed Qurea y del secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Mahmud Abas.
Ambos -al igual que Arafat- eran miembros de la vieja guardia, pero a diferencia del fallecido líder, no gozan de popularidad.
La suerte es incierta para todos en Palestina. Ojalá que ese pueblo pueda encontrar una salida pacífica a sus conflictos y que por fin llegue la hora de la paz con Israel.