Cuando Carlos Julio mandó a comprar los boletos para el partido entre Panamá y Estados Unidos en el Preolímpico del 2003, jamás pensó que era un boleto para la muerte.
Su compañero, amigo y vecino le acompañó. No había boletos de butaca donde siempre se sentaban, sólo laterales y allí precisamente cayó el proyectil que acabó con la vida de Ricardo Vega.
Siempre comprábamos pollo, nachos con queso y cerveza... la pasábamos bien, hasta ese día.