En nuestro continente agobiado por el peso de la deuda externa, la corrupción galopante y el desgaste permanente de las estructuras de decisión y participación políticas, la búsqueda de nuevas fórmulas que puedan enrumbar la nave del Estado hacia mejores horizontes, debe ser impulsada por las mayorías nacionales que con su voto tienen, durante las elecciones, la última palabra para elegir democráticamente a sus gobernantes.
Es por ello que la figura de la libre postulación podría convertirse en el futuro en una salida al empantanamiento a que han llevado los partidos políticos a la democracia.
Panamá es un ejemplo donde las grandes mayorías han depositado su confianza en los partidos políticos, cuyos dirigentes con sus actuaciones las han defraudado con una insensatez increíble.
Hoy, todos los partidos vigentes en Panamá actúan movidos por intereses provenientes de grupos económicos o nexos familiares. Lo más lamentable es que ese caciquismo que viene de los primeros años de la República lo practican los dirigentes cuando arriban al poder para repartirse como en un festín bárbaro, el pastel del Estado.
Revise usted los nombres y apellidos en las oficinas estatales, sígale el curso a los nexos sanguíneos de los altos funcionarios, extrapole las afinidades económicas de los grupos y consorcios que participan de la distribución de la riqueza nacional y caerá en la triste conclusión de que, detrás de ese oscuro entramado se esconden los partidos políticos. |