Ahora que está a punto de acabar el período escolar, algunos chiquillos están corriendo para salvar materias. No son muchos; hay quienes ni se inmutan, y no les interesa perder el año.
Y así fueron durante todo el 2002. Se la pasaron en todo, menos en estudiar. Juegos, parrandas, romances, distracciones de todo tipo. Menos estudiar. Se conocieron todas las discotecas nuevas, las canchas de fútbol, hablaron mucho por teléfono, a pesar de lo que cuesta; estudiar, no.
En esas circunstancias era de esperarse que fracasaran. Los padres, ni se dieron por enterados. Todo lo contrario, se están dando cuenta ahora que sus hijos se quedaron.
Así, en parte por no acompañar a sus hijos en la aventura del estudio, ahora son padres con hijos fracasados.
Lo que menos pretendemos es dar un sermón. Sería por gusto. No escucharían. Ni los padres ni los hijos. Sólo pretendemos recordar la importancia del estudio para salir de la pobreza. No es una garantía, pero si una fórmula válida. Todo depende del empeño y el amor se imprima en lo que se haga.
Hacer lo contrario, es decir, andar de fracaso en fracaso, nos llevará directo a la oscuridad y la miseria. |