Sé que con este artículo me estoy metiendo en "camisa de once varas", pero son tantos los comentarios que fortuitamente llegan a mis oídos, respecto del estudio de la Orientación Profesional, que lo menos que puedo hacer es "tirarme a la candela’a" y arriesgarme a ser tildado de charlatán cizañoso. Creo, sin embargo, que el esfuerzo que aquí hago, seguramente habrá de valer la pena haberme expuesto a la situación.
La escuela (no "departamento" como se le quiere llamar) de Orientación Educativa y Profesional (Facultad de Ciencias de la Educación) de la Universidad de Panamá, en estos momentos está pasando por lo que yo califico como su "prueba de fuego". Esto, no porque allí se esté improvisando nada... por el contrario, en dicha escuela confluye un cúmulo de personalidades que, cual resaca, apuntan en todas las direcciones con tal de salvaguardar los muchos y bien planteados intereses de los que allí se congregan, de día y de noche, en su afán por titularse, "Licenciados en Orientación Educativa y Profesional". Y fíjense que he utilizado comillas ("...") para referirme al codiciado título, lo cual ha sido ex profeso para destacar los siguientes tres enfoques, según he podido discernir de lo escuchado.
En primer lugar, existe un grupo de estudiantes que parecen proclives hacia la Orientación Educativa, porque prefieren tratar con los conflictos que presenta la juventud (menores de edad y adolescentes); además de ser esta área la que, al parecer de ellos, también promueve un sector del profesorado que alienta a sus estudiantes en esa dirección.
En segundo lugar, hay otro grupo - la mayoría - que favorece el ámbito de la Orientación Profesional, propiamente dicho, donde, dicen, se encuentra el mayor y más complejo desafío, profesionalmente hablando, perspectiva esta que los atrae por tratarse de individuos ya formados - adultos - con criterios, bien definidos, pero con relativos y naturales conflictos socio-culturales, y/o cívico-morales. Este segundo grupo, desafortunadamente está encontrando las naturales barreras, intramuros, del primer grupo, que está "pugnando" por la hegemonía del concepto psico-pedagógico, toda vez que el minúsculo número de profesores que alienta y persigue el concepto de lo escolar, también son mal mirados por sus otros colegas. Surge con esto, de hecho, un conflicto en el criterio formativo del estudiantado que lo pone al borde mismo de una condición psicosomática.
Finalmente, en tercer lugar, se advierte la inquietud de un grupo de individuos de ambos grupos que están acariciando la muy atinada idea de fundar una asociación (¡los felicito!) para la salvaguarda, más que de sus particulares intereses, arguyen que lo sería para preservar los derechos tanto de quienes se están formando en esa noble disciplina profesional de la conducta humana, como de aquellos que ya forman parte del reducido número de orientadores (profesionales) activos que pululan en nuestro medio.
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