Muchas veces sólo recurrimos a lo religioso, cuando enfrentamos un problema personal muy serio.
Cuando sentimos que se cierran las puertas, cuando tenemos una crisis económica que nos asfixia y sobre todo cuando enfrentamos una enfermedad que nos puede arrancar la vida.
En esos momentos nos transformamos. Somos los más religiosos, acudimos todos los domingos a misa, rezamos todas las noches y participamos en todas las procesiones.
Una vez se supera el problema, volvemos al "mundo" como alegan los evangélicos. Los rezos, las misas y el arrodillarse ante el Ser Supremo, se echan a un lado.
La vida de acercamiento con Dios se olvida y todo vuelve a ser como era antes: un ser indiferente ante aspectos que deben ser más importante que lo material.
Porqué será que sólo nos acordamos de Dios frente a la adversidad. Es algo así como los hijos ya adultos que nunca están pendientes de sus padres, pero cuando uno de ellos fallece, comienzan a extrañarlo.
Las cosas se hacen en vida, para que llorar tanto al que se fue, si cuando estaba en el mundo terrenal lo tenías abandonado, nunca lo visitabas y ni siquiera le dabas una llamada telefónica para decirle: ¡Hola, cómo estás!.
Dios, al igual que los padres no exige mucho.
Hay un refrán muy cierto que destaca que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
A veces no apreciamos lo que tenemos y nos dejamos deslumbrar por aspectos materiales, cuando lo que en verdad llena el corazón y el alma es la espiritualidad.
Hey, sigue acercándote a Dios y no lo busque sólo cuando necesitas de él.