VARIEDADES


Una solución permanente

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Max Haines

Freda Rumbold vio sólo una salida para su miserable matrimonio, el asesinato. Es decididamente de mal gusto matar al marido y dejar a esta pobre alma abandonada por tres días. Algunos podrían llamarlo directamente grosero. Sin embargo eso fue exactamente lo que Freda Rumbold hizo. La gentil Freda juró una y otra vez que todo el incidente era un infortunado accidente.

Frank y Freda Rumbold se casaron en 1933. Tuvieron una hija, Sheila, quien misteriosamente no entra en nuestra historia de aflicciones. En 1926, Frank poseía un pequeño pero próspero negocio maderero. El matrimonio de los Rumbold no era un matrimonio feliz. Freda simplemente ya no soportaba más a su marido. Por una parte, las exigencias sexuales de Frank se habían ido graduando de ligeramente pervertidas a total y absolutamente chocantes.

Freda tenía un plan. Dejó su hogar en Bristol, Inglaterra, en una cálida pero nublada mañana de julio y viajó hasta el cercano Yeovil, donde compró un revólver de un solo tiro. Más tarde pidió a amigos que compraran municiones para el arma en Taunton. Les dijo que quería las balas para otro amigo que se iba a cazar ciervos en Escocia.

El martes 21 de agosto tuvieron invitados en su casa. Nadie notó nada inusual. La noche siguiente fueron vistos pasando unos alegres momentos como en los viejos tiempos en la taberna del pueblo. Dejaron el lugar alrededor de las 10:30 de la noche y fueron directamente a casa. Frank se desvistió, se puso su pijama y se retiró a dormir lo que sería el sueño eterno. Freda sostuvo su arma a alrededor de un metro de la cabeza de su marido dormido y apretó el gatillo. La bala entró en la cabeza de Frank, matándolo instantáneamente.

No satisfecha con que el trabajo había sido completado, Freda calmosamente recargó el arma y tiró un segundo tiro, el que erró la cabeza de Frank, pasó a través de una pared y se alojó en un armario en una habitación contigua. Todo el día jueves y viernes Freda continuó como si nada hubiera pasado. El sábado a la mañana había un olor peculiar emanando del dormitorio. El pobre Frank yacía donde había sido asesinado el miércoles anterior. Freda colocó un rudimentario cartel en la manija de la puerta. Decía: Por favor, no entre. También metió una toalla saturada con desinfectante bajo la puerta.

Ese sábado visitó a su hermana, quien tenía el angustiante nombre de la Sra. Voisey Barge. Freda le contó a Voisey que Frank había encontrado su revólver y que había amenazado con tirarle. Hubo una lucha y el arma se disparó. Frank estaba muerto. Estaba aterrorizada y no le había contado a nadie que Frank estaba todavía en la cama y que no había movido un músculo desde el miércoles en la noche. La policía fue notificada y corrió a la residencia de los Rumbold, donde encontraron a Frank, todavía en pijama, con un agujero de bala en la cabeza.

Freda fue detenida. El juicio por el asesinato de su marido tuvo lugar en Bristol en noviembre de 1956. Ella declaró que el tiro había sido un desafortunado accidente. Frank estaba en la cama. Ella estaba abajo limpiando cuando oyó un tiro. Había corrido escaleras arriba y encontró a Frank con un arma en su mano. Ella manoteó el arma y ésta se disparó. Freda tuvo miedo de entregarse ya que era cosa sabida que ella y Frank no se llevaban bien. En dos ocasiones previas ella había llamado a la policía cuando Frank la había golpeado. Freda admitió haber comprado el arma y las municiones, pero juró que era en defensa propia en caso que Frank intentara matarla.

También confesó que había escondido el arma asesina entre dos colchones. No había huellas digitales en el arma, la que obviamente había sido limpiada. Freda contó a los investigadores que ella había limpiado el arma, no para deshacerse de las huellas, sino porque estaba en su naturaleza el limpiar las cosas. Freda juró que no había intentado matar o dañar a su marido. Dijo que ella sostenía la culata del arma durante la refriega, mientras que Frank había sostenido la boca. Pero dejemos que Freda lo cuente con sus propias palabras.

"El arma se disparó y él dijo, "Oh". Se volvió ligeramente en la cama y yo corrí fuera de la habitación porque estaba asustada. Pasé un tiempo fuera y luego entré al dormitorio de nuevo. Podía saber que mi marido estaba muerto, así que lo cubrí con las ropas de la cama. Puse sus brazos sobre su cuerpo. Luego corrí las cortinas y cerré la puerta.

La fiscalía destacó, con la ayuda de expertos, que las trayectorias de las dos balas disparadas esa noche eran casi idénticas. Además, declararon que la historia de Freda simplemente no tenía sentido. ¿Por qué dispararía Frank un arma mientras yacía sólo en la cama?

Pero no todo estaba dicho. Resumiendo, el juez declaró que Freda había sido maltratada por su marido por un largo período de tiempo. ¿Podría esto haber causado que cualquier persona razonable se quebrara bajo la presión y disparara el tiro fatal? Si era así, Freda sería culpable de homicidio no premeditado. Si la muerte de Frank había sido un accidente, como afirmaba la defensa, Freda saldría libre. Si el crimen era premeditado, Freda era culpable de asesinato.

El jurado inglés deliberó por sólo tres horas. Freda había comprado el arma, arreglado la compra de las municiones, limpiado el arma de huellas digitales y ocultado la muerte escribiéndole a su madre. Era demasiado. Freda Rumbold fue encontrada culpable de asesinato y sentenciada a muerte, una sentencia que más tarde le fue conmutada por la de cadena perpetua.

 

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