Pasará mucho tiempo hasta que las heridas y traumas, causados por el cobarde atentado terrorista de los talibanes a Estados Unidos, sea borrado o al menos disminuido de la conciencia del mundo libre.
Aquí en Panamá surgió a pocas horas una nueva definición de maldad: "talibán". Fue este diario el que con chispa e inspiración publicó un titular llamando "talibanes" a los revoltosos colonenses.
Y ya en varias partes del mundo esta palabra que pocos conocían anteriormente, se ha convertido en sinónimo de cosa mala, destructiva, con olor a muerte, fanatismo y en fin, todo lo negro y negativo que pueda considerarse. Por supuesto que la culpa de tal situación la tienen quienes siguiendo los cantos de sirena del odio, envidia y maldad, cometieron tan abominables actos.
En esto del uso de una palabra con otro significado hay mucho de actitud psicológica. Relataré dos incidentes donde yo usé esa técnica para "fregar paciencia" en un caso y en otro ganar una discusión.
Cuando trabajaba en una televisora un día quise molestar a uno de mis compañeros (con quien dicho sea el caso advertir, siempre he mantenido buenas relaciones).
Así que una mañana llegué y mirándolo con dureza le dije: "Tú eres un ¡segovia! No me puso atención de inmediato, pero todo el día le espeté dicha palabra como si fuera un insulto. (En realidad era el apellido de un famoso guitarrista español, pero él no lo sabía).
No llegué al tercer día de mi acoso verbal cuando el compañero fue a quejarse ante el director. "El me está insultando sin razón; a cada rato me dice que soy un ¡segovia!", dijo al jefe quejándose.
Yo me salvé de una reprimenda al decirle al jefe que había hecho un "experimento" psicológico, al convertir un apellido famoso (una palabra sin ningún significado negativo), en un supuesto insulto.
Por más que le expliqué eso a mi amigo, por varios días estuvo de mal talante conmigo. No le gustó que lo tomara de "conejillo de indias" para mi experimento, sobre todo porque demostró que ignoraba el apellido del famoso guitarrista.
En otra ocasión estaba en un acto público durante un debate. Tenía un contrincante que levantaba la voz tratando de aplastar mis argumentos con gritos.
Como no razonaba el sujeto se me ocurrió una estrategia: sacarlo de balance de alguna manera. Pensé en usar una palabra que él creyera que era un insulto, para demostrar su ignorancia. A mi mente vino la palabra "marras". Así que comencé a dirigirme a él como "el sujeto de marras", "el caballero de marras" y cosas parecidas.
El uso de tal palabra no tiene nada de negativo ni de ofensa. Pero el otro sujeto no lo sabía o por la ofuscación que tenía al calor del debate, se le olvidó.
Entonces en un momento dado no pudo controlarse y dirigiéndose al director del debate dijo: "Quiero que le llamen la atención (a mi) porque me está insultando llamándoMe "marras". Hubo risas en el auditorio y luego la cara de vergüenza de él al conocerse su ignorancia sobre el uso de ciertas palabras. Por supuesto que gané esa discusión... |