SURAMERICA Explotación de niños argentinos, un negocio para algunos

Buenos Aires
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Omar, un argentino de 10 años y mirada triste, tuvo que dejar el colegio el año pasado para salir a trabajar porque el salario de su madre no les alcanzaba para comer. Desde hace tres meses vende flores en una esquina del centro de Buenos Aires y extiende su mano a la espera de que alguien le entregue un poco de dinero. Porque a pesar de no haber estudiado matemáticas, Omar sabe que si ese día junta más de cinco pesos (dólares) podrá conseguir el dinero que "un tipo", a quien se niega a identificar, le pide al final de la jornada. Y con lo que le sobre, podría comprarse un emparedado para su almuerzo. Como Omar, otros 252.000 niños de entre seis y 14 años son explotados laboralmente en Argentina, según estadísticas del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), que advierte que estos niños suelen ser víctimas de "organizaciones mafiosas". Tal es el caso de Pablo, de 17 años, uno de los tantos "chicos de la calle". "Yo vendía chocolatines para un tipo que me daba casa y comida. Yo hacía 20 o 30 pesos por día y él me pagaba solamente dos. Un día agarré el bolso con toda la mercadería como para ir a vender, pero no volví más. El me retenía el documento, pero yo me saqué otro y me fui", cuenta. EXPLOTADORES Y VICTIMAS Para la legislación de la ciudad de Buenos Aires, la inducción a la mendicidad no es un delito. Tal vez sea por ello, y por la creciente pobreza, que tantos padres obligan a sus hijos a mendigar y son eximidos de sanciones, según explica la División de Delitos contra Menores de la Policía Federal. "La verdad que la legislación no nos ayuda. Por lo general el niño es mucho más imputado que damnificado", dice la abogada y policía Mirta Martínez, de esa división. El subcomisario Rubén Dalla Cost afirma que desde la creación de ese departamento en 1997 "tenemos un promedio de alrededor de tres operativos por día relacionados con este tema (la explotación de menores)". Según cifras de la Policía Federal, un niño mendigo gana alrededor de 70 pesos por día. Julieta Pojomovsky, directora del Centro de Atención Integral a la Niñez y Adolescencia), que brinda asistencia a los menores que viven en la calle, sostiene que los niños son víctimas de la situación socioeconómica de sus padres. "Son todos víctimas, hasta los mayores que los explotan, yo no los veo como culpables, sino que la situación de miseria extrema muchas veces los desborda". Cada niño tiene su "ranchada", las paradas elegidas por los menores o las personas que los "emplean" para mendigar. "Cada uno tiene su propia zona y no se puede invadir la del otro", explica Pojomovsky. Según UNICEF, los niños son más fáciles de explotar porque hacen lo que se les ordena sin cuestionar la autoridad y porque no responden cuando son objeto de abuso físico. "La fuerza más poderosa que conduce a los niños al trabajo es la explotación de la pobreza. Donde la sociedad se caracteriza por la desigualdad y la miseria es probable que se incremente el trabajo infantil y el riesgo de que se realice en condiciones de explotación", dice UNICEF en un informe. Ya sea mendigando, limpiando los parabrisas de los automóviles o abriendo las puertas de los taxis, los "chicos de la calle" son parte del paisaje urbano de Buenos Aires. A la explotación de menores local, se sumó dos años atrás una nueva modalidad. Niños rumanos son reclutados en su país por grupos organizados y traídos a Argentina para mendigar. Algunos han logrado conservar sus trajes típicos y sus acordeones, con los que obtienen algunas monedas a cambio de sus melodías. Otros fingen ser ciegos o paralíticos o cargan carteles que los identifican como víctimas de la violencia política y en los que se pueden leer frases como: "Ayúdeme, mi mamá murió en la guerra". A la noche son llevados en camionetas a unas precarias viviendas donde duermen hacinados y donde los cabecillas de la organización los obligan a entregar el dinero obtenido. Según el Ministerio de Desarrollo Social de Argentina, 45,5 por ciento de los menores de 15 años vive en condiciones de pobreza y, de ese porcentaje, alrededor de 4,53 por ciento desempeña algún tipo de trabajo. Un estudio de la situación de nueve países latinoamericanos demostró que sin el ingreso salarial de los niños la incidencia de la pobreza aumentaría entre 10 y 20 por ciento.
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