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Domingo 22 de octubre de 2000



El matrimonio y el sexo

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Romulo Emiliani
Monseñor

Parece que el matrimonio sin una entrega total y la relación sexual sin amor, se están convirtiendo en nuevas normas de convivencia en esa sociedad occidental; un resquebrajamiento en lo moral, una situación crítica aparece en muchas partes y sufre el matrimonio por supuesto. Las personas deben darse cuenta que las relaciones sexuales fuera del matrimonio están prohibidas porque así Dios lo quiere y no porque el sexo sea algo sucio sino porque es algo demasiado precioso para profanarlo usándolo de manera inapropiada. Una relación profanada endurece e insensibiliza el corazón, e insensibiliza la personalidad y el espíritu. El amor y la relación sexual llegan a ser algo maravilloso cuando dos personas se entregan de lleno una a la otra, con el cuerpo, el alma, la mente y todo su ser, hasta que la muerte los separe.

Y qué les decimos a los jóvenes que están buscando un cónyuge: Busca una persona con la cual puedas vivir y no sencillamente una con la cual puedas tener una relación sexual. Experimentar en este campo resulta un mal paso. La excesiva ansiedad por lo sexual es más señal de inmadurez que de amor sincero. El que ama verdaderamente ve en la otra persona alguien con quien vale la pena convivir para el resto de la vida y por eso puede esperar. El que ama puede esperar, el que ama puede respetar. Busca una persona a cuyos hijos tú podrás amar más que lamentar. Un niño que se desea en el matrimonio es algo que no tiene precio. Pero el niño nacido de padres que no se aman, no lo deseaban, es un hijo que crece sintiendo un gran rechazo, y experimentando dolor en su alma.

El sexo está para expresar el amor, y también para la procreación. Dios y la moral católica no pretenden eliminar el placer sexual sino mantenerlo dentro del marco adecuado; así donde está el orden, donde está la moral, está la verdad. El desorden moral ha traído adulterio, fornicación, violaciones y asesinatos. Dios nos dio la razón, la inteligencia, la fuerza de voluntad, su propia gracia para poder gobernarnos internamente, para actuar como seres humanos racionales.

Debemos ser conscientes del valor de las escrituras, que nos enseña lo esencial que es el amor, que implica un santo respeto al prójimo como a uno mismo. Desgraciadamente los medios de difusión buscan lo sensacional, lo extraordinario y están cargados de insensatas filosofías acerca del amor y de la familia. El fracaso matrimonial no es ejemplo para nadie, sino más bien una lección para pensar bien las cosas antes de hacerlas. Todo matrimonio que se rompe es un fracaso del amor. El verdadero amor significa entrega y esa entrega se centra en la durabilidad, en la perseverancia, en la generosidad. En el matrimonio auténtico la pareja debe realizarse y ser feliz hasta que la muerte los separe.

Hay mucha gente que ya no cree en el amor. La esencia del matrimonio es la entrega; una entrega que conduce a otras entregas cada vez más amplias que hacen que la otra persona se sienta feliz con su cónyuge. Esto implica un compromiso total que pone a Dios como testigo. Es una decisión personal pero no un asunto privado porque la Iglesia y la sociedad juegan un papel vital por derecho a saber quienes están obligados, quienes se responden entre sí, manteniendo la vida dentro del marco matrimonial para que los niños crezcan en un ambiente sano porque la sociedad y la Iglesia son responsables de la formación de los hijos.

El sexo es algo hermoso, algo creado por Dios, y es santo. Fuera del matrimonio la relación sexual es de segunda categoría. La mejor clase de relación sexual es la que reúne una entrega permanente y una experiencia emocionante entre dos personas que se respetan y se quieren, y que están dispuestas a amarse siempre.

Dios quiere que la pareja tenga una relación profunda y plena también a nivel sexual y esto implica tiempo; que se vayan acoplando en el aspecto sicológico, biológico y espiritual, logrando una mayor plenitud. Requiere de personalidad y delicadeza convertir un matrimonio de larga duración en una relación romántica. Si usted es capaz de triunfar en su matrimonio puede dar testimonio al mundo de lo que es el amor. En el matrimonio hay crecimiento alcanzando una mayor madurez gracias a los desafíos que se presentan a causa de la inmadurez de otros. Los matrimonios felices le dan un brillo al mundo. Acepte a su cónyuge tal y como es. El amor puede resultar encantadoramente ciego aún después del matrimonio.

Desarrolle el arte de admitir sus propias faltas, cambiando su forma de actuar. Dios no espera la total perfección nuestra porque nos conoce. Espera de nosotros que cambiemos, que seamos mejores, para superarnos. El nos puede ayudar a alcanzar el amor pleno. Pida en su hogar la presencia de Dios. Si éste es su problema, abra el corazón al Señor. Con Jesucristo usted puede vencer cualquier problema matrimonial porque, ¡CON DIOS USTED ES... INVENCIBLE!

 

 

 

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