Cuando uno está de viaje, siempre ocurren retrasos en llegar a la patria. "Monsieur, el vuelo a Caracas se canceló, debe quedarse aquí", nos dice una chica del counter de Air France en el Aeropuerto Charles de Gaulle.
"Disculpe, espero que no le moleste", acotó. Por supuesto que no me molestó, más aún cuando en la ciudad que debías quedarte es París, la gloriosa capital de Francia.
No les miento. Cualquier amante de la cultura y de la historia, se sentiría emocionado con ver un atardecer en la Plaza de la Concordia, teniendo de fondo a la Torre Eiffel y miles de turistas igualmente felices, recorriendo semejante ciudad.
Como niño en medio de una juguetería, recorrimos los puentes que pasaban sobre el río Sena, atestado de botes turísticos.
Caminando desde la Asamblea Nacional hasta los Campos de Marte, usando la Avenida Quia Branly, una procesión de visitantes de todo el mundo bajaba hacia el símbolo más importante de Francia, la Torre Eiffel.
"Je t'aime (Te amo), Je t'adore (Te adoro)", le decía reída una hermosa morena a su novio escandinavo frente a la Plaza del Trocadero, donde hay una impresionante vista de la Eiffel. De inmediato, recordé con envidia, que hacía tanta falta tener al ser amado para disfrutar de esta visita a París.
"LES CARS ROUGES"
Les recomiendo al venir a Francia conseguir un buen mapa de París, como el Pocket Plan Découverte, además de las líneas del Metro y el RER. Les servirá de mucho.
Empero, si no tiene mucho tiempo, utilice el servicio de los "Buses Rojos" (que no son los Diablos Rojos panameños, por suerte). Los llamados "Les Cars Rouges" son descapotables turísticos que recorren a diario la Ciudad Luz, a un precio de 25 dólares (22 euros) y el boleto de los viajes es válido por dos días.
Uno puede bajarse y ver un monumento como la Catedral de Notre Dame y continuar al día siguiente, por ejemplo.
Me sorprendió ver que en el Puente del Alma, hay una flama en honor a la Princesa Diana, que murió en 1997 en un accidente frente al Sena. También el Palacio de los Inválidos, con la tumba de Napoleón, además de la pirámide del Museo de Lourve, nos dejaron buenos recuerdos de lo variada que es París y sus monumentos históricos.
HOSPEDAJE ONEROSO
La primera noche valió su peso en oro, en todos los sentidos. El hospedaje en el París Hilton (del mismo nombre que la famosa actriz y multimillonaria gringa), a dos cuadras de la Torre Eiffel costó cerca de 250 dólares.
En la segunda noche, tuvimos que irnos al hotel que nos dio la aerolínea. Más barato y ubicado en Saint Denis-Roissy. Costó 90 dólares.
Valió la pena perder el avión y quedarse varios días para conocer la capital gala. Uno no tiene oportunidades como estas en la vida y hay que aprovecharlas al máximo.
VISTA MAJESTUOSA: DESDE EL HILTON
Aunque caro, la vista nocturna desde el París Hilton no tiene igual. La Torre Eiffel brilla con luces destellantes blancas y un dorado mágico.