Miremos a nuestro alrededor. Como buenos panameños, nuestra vida nocturna y nuestra personalidad amigable nos ayuda a engrosar nuestra lista de amistades. La memoria de nuestros celulares está llena de nombres de hombres y mujeres que conocimos en la disco, en un trip a la playa, la universidad, un viaje o en cualquier circunstancia fortuita. Hoy en día la gente se jacta de tener centenares de contactos en sus listas de MSN Messenger, Facebook y My Space.
A solo un puñado de ellos podemos llamar "amigos". En los momentos de las decisiones difíciles, de las dificultades, de las tragedias, de las correas apretadas y de los bolsillos vacíos, ¿podremos recurrir a todos ellos? ¿Estarán disponibles para nosotros?
No es fácil entablar amistades. La amistad es una joya muy rara, y escasa. Quienes han logrado tener amigos -que son la familia que uno mismo se construye, y no la que la vida nos otorga sin consultarnos- tienen un gran tesoro que deben cuidar.
Sin embargo, con demasiada facilidad caemos en el error de rodearnos de personas con valores inferiores, quienes en lugar de enriquecer nuestra vida, lo que hacen es llenarla de problemas y modelos inadecuados.
Y cuando ellos nos fallan (porque invariablemente nos van a fallar), es que podemos darnos cuenta de que la amistad es un asunto cualitativo, no cuantitativo.
Hay que aplaudir a quienes saben ser amigos. Son gente que, aunque no está siempre junto a nosotros ni llamándonos ni hablándonos, sabemos que estarán siempre dispuestos a ayudarnos, pendientes de una llamada de auxilio. Eso no lo podemos decir de la mayoría de los números de nuestro celular
Los amigos de verdad son personas que nos dicen la verdad en la cara, sin hipocresías y sin intenciones de quedar bien.
Debemos permitir que entren en nuestra vida y la enriquezcan gente con ideas claras y brillantes sobre la vida y el amor, por ejemplo. No es correcto rodearnos de gente ruidosa, boquisucia, soez y mentirosa.
Haciendo esto, pronto podremos decir que la vida ha sido buena con nosotros, y estaremos construyendo buenas relaciones, que se traducen en una mejor vida y, por ende, un mejor país.