Viajar hacia el interior del país siempre es placentero cuando se hace en buena compañía, disfrutas de la amena conversación y del intercambio de opiniones sobre el paisaje y los detalles que observas al mirar.
Por supuesto que, aquello que ves a la luz del día no se aprecia igual que por la noche y menos en la madrugada. A estas horas hay un mundo totalmente opuesto al que conoces.
La noche te sorprende en la carretera al correr junto a los indigentes en medio de la autopista. Salen de las sombras, como almas en pena, más no lo son. En su locura ni siquiera aprecian el peligro al estar cerca de los automovilistas. Un instante de vacilación y fácilmente los atropella un auto cualquiera.
Este panorama es común a lo largo de la Interamericana. A pesar de la vigilancia policial, en ocasiones fuerte, pero en otras no tanta.
Recuerdo una fría madrugada, en junio pasado, como a las tres de la mañana, nos aproximábamos al puente cercano a la comunidad de El Higo. La oscuridad era intensa, las luces del auto la penetraron sin temor alguno, para sorpresa nuestra, un anciano caminaba pesadamente por la vía. ¿Hacia donde se dirigía? No sabemos. Era un lugar solitario.
Mi padre y yo, solamente rogamos que otro auto a mayor velocidad no lo arrollara.
Tratamos de encontrar una patrulla para avisarle, pero esa madrugada, luego de los incidentes de paro por la ley del Seguro Social, la vigilancia en los caminos era mínima. Los viajeros de la noche, se ven expuestos a constantes peligros.
Otro problema frecuente, para los conductores nocturnos, son otros transportistas irresponsables, a los que no les importa traer las luces altas y "encandilar" al automovilista que conduce por la vía contraria. Ni cuenta se dan cuando son causantes de algún fatal accidente por su falta de cortesía con otros chóferes.
Sólo queda pedir a Dios que los proteja de lo desconocido. Porque de todo un poco les pasa en la carretera.