También hoy Cristo manda a sus discípulos: "dadles vosotros de comer" (Mt. 14, 16). En su nombre, los misioneros acuden a tantas partes del mundo para anunciar y ser testigos del Evangelio. Los misioneros hacen resonar, con su acción, las palabras del Redentor: "Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed" (Jn. 6, 35); ellos mismo se hacen "pan partido" para los hermanos, llegando a veces hasta el sacrificio de la vida. ¡Cuántos misioneros mártires en este tiempo nuestro! ¡Que su ejemplo arrastre muchos jóvenes en el camino de la heroica fidelidad a Cristo! La Iglesia tiene necesidad de hombres y de mujeres que estén dispuestos a consagrarse totalmente a la gran causa del Evangelio.
La Jornada Misionera Mundial constituye una oportuna circunstancia para tomar conciencia de la urgente necesidad de participar en la misión evangelizadora en la que se encuentran comprometidas las Comunidades locales y tantos Organismos eclesiales y, de modo particular, las Obras Misionales Pontificias y los Institutos Misioneros. Es misión que, además de la oración y del sacrificio, espera también un apoyo material concreto. Una vez más aprovecho la ocasión para subrayar el precioso servicio que realizan las Obras Misionales Pontificias, e invito a todos a apoyarlas con una generosa cooperación espiritual y material.
Que la Virgen, Madre de Dios, nos ayude a revivir la experiencia del Cenáculo, para que nuestras comunidades eclesiales sean auténticamente "católicas"; es decir, Comunidades donde la "espiritualidad misionera", que es "comunión íntima con Cristo" (Redemptoris Missio, 88), se sitúa en íntima relación con la "espiritualidad eucarística", que tiene como modelo a María, "Mujer eucarística" (Ecclesia de Eucharistia, 53); Comunidades que permanecen abiertas a la voz del Espíritu y a las necesidades de la humanidad.