La ciudadanía está cansada de las constantes revueltas que ocurren en los alrededores de la Universidad de Panamá. Si en los Estados Unidos viven con el temor y la inseguridad por los talibán y los españoles por ETA, los panameños vivimos obstinados con la obstrucción de las calles en los alrededores de nuestra primera casa de estudios superiores, que crean un tranque generalizado en la ciudad capital.
Esta situación tiene que contar con un gran responsable y ese debe ser el sector administrativo, porque no tiene sentido que se tenga que vivir en medio de esta zozobra. Los daños económicos, la afectación a pacientes y familiares que se ven obligados a ir al Complejo Hospitalario Metropolitano, los estragos en las actividades comerciales, nos hacen pensar un poco en torno a la famosa autonomía universitaria.
En la administración pasada, el periodista Eduardo Herrera recibió grandes presiones de la comunidad y el comercio por los efectos producidos por estas revueltas universitarias y tuvo que tomar la decisión de resolver la situación que en ese momento se solventaba. En ese entonces, las autoridades salieron y hasta demandaron al gobernador Herrera y, para tristeza, nadie lo defendió.
Ya es tiempo de definir el concepto de autonomía, porque su razón de ser fue para defender la libertad de cátedra, ser un muro contra las persecuciones ideológicas y políticas y hasta una trinchera donde las fuerzas populares encontrarán refugio para mantener las banderas reivindicativas. |