Sigo luchando, ora con las palabras, ora con la pluma; esas son mis armas inseparables. Las ciudades que aglutinan los grandes maremágnum sociales tienen sus bases ambiciosas en la multiplicación de las familias. Ya la República empieza a dar los pinitos de las ciudades excitadas con ciertas condiciones especiales de vida urbana familiar.
En todas las épocas las ciudades han estado fundamentadas en la constitución de las familias, asiento de la incuestionable civilización.
¡Ah, pensamiento humano que ha violado el alba haciendo resplandecer el planeta con la aparición de los primeros fulgores de la aurora civilizadora! Ese conjunto Viva, Crítica en Líneaz y emotivo da lustre coherente a la vida anunciando la venida del nuevo día, aportando algunos elementos de comodidad donde se afinca el ser actual, en que las destrezas, hábitos, habilidades y aptitudes abrirán sin temblor las puertas de los hogares preocupados por alcanzar el éxito.
Tenemos que mover con diligencia el carro de la disciplina y la honestidad, distante, de todos los vicios que motivan la inercia y el descrédito personal que proceden con inaudita insensatez, tendiendo a matar la gallina de los huevos de oro que acuna la parvada de la inmaculada honestidad.
Pero en esta vida a pesar de todas las miserias, hay hombres valerosos que lanzan resplandores divinos que hacen que los demás ilusos retrocedan y se inclinen con respetuosidad delante de ellos, esos son los perennes sembradores de virtudes. El trueno tiene el poder de estremecer la roca, así la familia moverá sin dudas la sociedad de nuestros días, tarea que ha osado desempeñar a través de las centurias de manera indubitable.
