"Comer, rezar y amar" es el título de una película cuya trama envuelve la realidad de muchas mujeres que, en algún momento de sus vidas, sienten que el amor o el matrimonio no es lo que las llena.
La escritora Liz Gilbert (Julia Roberts) descubre que ya no ama a su marido, que su matrimonio la tiene agobiada y que necesita "algo más" en su vida.
Lo que no sabe bien es qué, porque ni el divorcio ni tener un romance con un hombre más joven parecen ser respuestas apropiadas. Su opción, entonces, es hacer un viaje. La primera parada es Italia, la segunda es India y la tercera, Bali. En cada destino conocerá hombres y mujeres que la ayudarán a encontrarse consigo misma, a punta de comida, rezos y, digamos, amor.
Hay una larga tradición de películas sobre mujeres en esta clase de búsqueda y muchas son nobles e intensas, desde Stromboli, de Roberto Rossellini, hasta Refugio para el amor, de Bernardo Bertolucci.
En ambos casos, el viaje y la angustia se funden con un paisaje arrollador. En la estupenda Safe, de Todd Haynes, la desconexión vital es el resultado de una angustia ante las exigencias de la sociedad de consumo. Sin embargo, en "Comer, rezar y amar" es el consumo el único escape para la angustia.
En resumen, "Comer, rezar y amar" son 133 minutos de Julia Roberts gritando, corriendo, andando en bicicleta, comiendo, teniendo relaciones sexuales, meditando y riendo con esa carcajada fresca que la hizo famosa hace 20 años en Mujer bonita. El ramillete de secundarios aprueba con holgura (Billy Crudup, James Franco, Richard Jenkins, Javier Bardem), pero en el centro está la diva mayor del cine actual para recordarnos que eres lo que amas, eres lo que comes, eres lo que rezas, pero, sobre todo, eres lo que pagas.