TEMAS DE ACTUALIDAD
Una reflexión sobre las 67 muertes
ocurridas en el fatídico mes de septiembre
José Espinosa Riquelme
Quienes llevan las estadísticas
por accidentes de tránsito, sin lugar a dudas, tienen que haberles
llamado poderosamente la atención, tanto como a nosotros, el alto
nivel de accidentes de tránsito que ocurrieron, principalmente, durante
el mes de septiembre de 1998. Este mes ha sido sumamente fatídico,
imágenes crudas y sangrientas de compatriotas muertos por accidentes
automovilísticos nos han impactado profundamente, como nunca antes.
Las víctimas fatales por accidentes de tránstio, en la
República de Panamá, hasta el mes de septiembre de acuerdo
con fuentes de la Dirección de Tránsito de la Policía
Nacional, fue de 401. Las muertes que se registraron desde inicio del año
por mes es la siguiente: en enero 54, febrero 45, marzo 45, abril 38, mayo
36, junio 52, julio 26, agosto 38 y septiembre con 67 que ha sido, hasta
el momento, el mes trágico del año en accidentes de tránsito.
Las muertes por accidentes de tránsito ocurridas, particularmente
en el mes de septiembre, nos motivan a hacer esta reflexión sobre
nuestra conducta y comportamiento como seres humanos, entre otros factores,
que consideramos influyen de alguna manera en nuestro comportamiento como
conductores, transeúntes y peatones.
La sociedad postcapitalista de hoy está transformando nuestros
hábitos, costumbres y valores de una forma rápida. No nos
damos cuenta ni advertimos los cambios que sistemáticamente hemos
asimilado a través de la penetración cultural de los medios
de comunicación social. Por eso podemos entender de algún
modo que caminamos aceleradamente con "walkman" por las calles,
igualmente conducimos nuestros automóviles con teléfonos celulares
sin estar conscientes de los peligros a que nos exponemos.
Queremos llegar rápido a todas partes y si pudiéramos pasando
por encima de otros autos. Manejamos en forma apresurada, agresiva y descortés.
Al final del trayecto hemos violado cualquier cantidad de señales
viales y nos hemos expuesto a cualquier tipo de accidente... y por supuesto
con niveles de estress y ansiedad fuera de lo normal.
Por otro lado, seguimos cruzando las vías públicas a pocos
metros de los puentes peatonales, entramos por las salidas y salimos por
las entradas. Las vías para transitar en un solo sentido las utilizamos
en doble dirección; no nos detenemos donde hay que hacer alto y no
disminuimos la velocidad donde se nos indica que la reduzcamos porque se
aproxima una curva peligrosa, un puente o pavimento resbaloso.
Vivimos en una ciudad pequeña pero grande en población
y en constante crecimiento, cuyas vías terrestres y puentes inicialmente
fueron diseñados con poca capacidad vehicular, que con todas las
ampliaciones y mejoras que realiza el MOP, lo más recomendable es
conducir a una velocidad razonable para evitar accidentes.
Sin embargo, desde otro punto de vista los problemas son analizados de
esta forma, habitamos en el trópico, zona ardiente por excelencia,
casi sin áres verdes en nuestra metrópoli por justificados
motivos de expansión; hasta cierto grado es comprensible entender
la desesperación y ansiedad de muchos automovilistas que encontrándose
a pleno sol con un embotellamiento y sin aire acondicionado, improvisen
maniobras prohibidas como las que a diario emplean algunos taxistas.
En el mundo moderno en que vivimos, encontramos a una niñez y
juventud inmersa en valores y comportamientos diametralmente opuestos a
los tradicionales; lógicamente no deberían ser éstos,
porque la sociedad y los hombres que la integran evolucionan y están
sujetas a cambios constantemente; pero es temerario e inconcecible que el
relevo generacional no sepa discernir sobre los linderos que hay entre el
bien y el mal.
Hablamos hoy de valores morales perdidos o falta de éstos, porque
el respeto a las personas mayores se ha convertido en la excepción
de la regla; igualmente, el respeto a la vida misma ya no tiene el mismo
significado ni el más valorado, en cuestiones de segundos se pierde
hoy la vida arrollado por un automóvil cuyo conductor se da a la
fuga sin importarle en lo mínimo con lo sucedido.
La llegada del nuevo milenio nos sorprende, nos encuentra desprovistos
de las herramientas necesarias para hacerle frente a los nuevos retos. En
materia de educación vial, por ejemplo, no hemos sido suficientemente
formados o educados para hacernos plenamente conscientes del grado de peligro
a que nos exponemos cuando no respetamos las normas de tránsito,
las señales viales o sencillamente cuando nos encontramos en las
vías públicas en calidad de peatón.
Vivimos en una sociedad en constante transformación, que como
indica el pensador y futurista Peter Druquer, "las personas que nacen
en este mundo nuevo, no pueden siquiera imaginar entonces el mundo que vivieron
sus abuelos y el en que nacieron sus propios padres".

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