¿Se imaginan cuánto bajarían los índices de delitos en este y cualquier lugar del mundo si todos cumpliéramos con nuestro deber ciudadano de denunciar los delitos?
Por supuesto, muchos contestarán con otra pregunta: ¿para qué denunciar, si los policías nunca hacen nada?
La percepción de que las denuncias siempre caen en los oídos sordos de las autoridades está, lamentablemente, ampliamente difundida. Y hechos de violencia y muerte que se reportan en este y otros diarios sustentan esa sensasión que hay en algunos ciudadanos de que es preferible quedarse callados, o en el peor de los casos, buscar la justicia por su propia mano.
Pero todo depende de nuestra tenacidad y perseverancia. Si las denuncias a las autoridades policiales no nos favorecen, hay que ir a otras instancias, incluyendo a los propios medios de comunicación. Nada como la publicidad negativa para que un funcionario del gobierno se siente de su silla y comience a trabajar.
Pero nos descorazonamos rápidamente cuando vemos que los resultados de nuestros reclamos no tienen una solución inmediata e instantánea.
Para eso sirven las protestas, manifestaciones callejeras y piqueteos, para esos momentos en los que vemos que los gobernantes que nos deben proporcionar un ambiente seguro no lo están haciendo.
La clave en el tema de las denuncias, como todo lo que vale la pena en la vida, es ser consistente, e insistir hasta que logremos nuestro objetivos.
La tendencia del panameño a no denunciar fomenta la impunidad, de la cual tanto hablamos y nos quejamos.
Si no actuamos, los delincuentes seguirán abusando de nosotros, sintiéndose inmunes a la ley.