Esta semana el Consejo General Universitario (CGU), el principal órgano colegiado de la Universidad de Panamá, declaró non grato al catedrático Miguel Antonio Bernal.
Lo sorprendente de esto es que la resolución aupada por la propia Rectoría logró 72 votos a favor, apenas uno en contra y cinco abstenciones.
Se alegaba que Bernal ha lanzado improperios y denunciados hechos como el tema de los diplomas falsos que han dado cabida a una investigación en el Ministerio Público.
La acción sorprende, tomando en cuenta que la Universidad es una de las instituciones donde el libre juego de ideas y la libertad de expresión, son elementos indispensables.
La declaratoria de non grato nos hace recordar al Organo Legislativo en los peores momentos de la dictadura castrense, donde se aprobaban resoluciones declarando traidores a los opositores.
Bernal es un hombre polémico y radical, pero nadie cuestiona su valentía. Todos recordamos la paliza a la que lo sometieron los uniformados a finales de la década del setenta, cuando protestaba por el asilo concedido en Panamá al Sha de Irán. Luego sufrió el cierre de su programas de comentarios, pero él continuaba desarrollándolos en las esquinas de cualquier avenida.
Hay causas en las que siempre hay que ser solidarios. Muchas veces podemos estar en contra de los planteamientos de Bernal, pero siempre cuestionaremos cualquier intento para lesionar sus libertades o la de cualquier otro panameño. La decisión adoptada por los profesores, estudiantes y administrativos contra un miembro de su propia Universidad, es censurable y debe ser revocada por los mismos que promovieron ese tipo de acción que no tiene cabida en democracia.