QUERIDOS HERMANOS Y HERMANAS:
En este año dedicado a la Eucaristía, la Jornada Misionera Mundial, nos ayuda a comprender mejor el sentido "eucarístico" de nuestra existencia, reviviendo el clima del Cenáculo, cuando Jesús, en la víspera de su pasión, se ofreció a sí mismo al mundo: "El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en conmemoración mía".(1Cor 11, 23-24).
En la reciente Carta apostólica Mane nobiscum Domine he invitado a contemplar a Jesús "pan partido" para toda la humanidad. Siguiendo su ejemplo, también nosotros debemos dar la vida por los hermanos, especialmente los más necesitados. La Eucaristía conlleva "el signo de la universalidad", y de manera sacramental prefigura lo que sucederá "cuando todos los que participan de la naturaleza humana, regenerados en Cristo por el Espíritu Santo, contemplando unánimes la gloria de Dios, puedan decir: "Padre nuestro" (Ad gentes, 7). De tal manera la Eucaristía, mientras hace comprender plenamente el sentido de la misión, anima a cada creyente, y especialmente a los misioneros, a ser "pan partido para la vida del mundo".
La humanidad tiene necesidad de Cristo "pan partido"
En nuestra época, la sociedad humana parece que está envuelta por espesas tinieblas, mientras es turbada por acontecimientos dramáticos y trastornada por catastróficos desastres naturales. Pero, como durante "la noche en que fue entregado" (1Cor 11, 23), también hoy Jesús "parte el pan" (Mt 26, 26) para nosotros, y en las Celebraciones eucarísticas se ofrece a sí mismo bajo el signo sacramental de su amor por todos. Por esto he querido recordar que "la Eucaristía no sólo es expresión de comunión en la vida de la Iglesia; es también proyecto de solidaridad para toda la humanidad" (Mane nobiscum Domine, 27); es "pan del cielo" que, dando la vida eterna (cfr. Jn 6, 33), abre el corazón de los hombres a una gran esperanza. (Continuará...)