Aproximadamente 1,000 familias que viven en la comunidad de San Sebastián, en el corregimiento de San Francisco, se han visto en el medio de una jungla de acero que amenaza "engullirlos" en su vertiginoso crecimiento, como parte del desarrollo urbano de la ciudad.
La señora Fidelina de Carmona vive en esta comunidad por casi cuatro décadas y no tiene planes de dejar su casa, porque aquí recibió sombra y cobijo toda su familia.
"Todos los días pasan los compradores, unos detrás de otros a presentarnos propuestas para adquirir nuestros terrenos, pero nos ofrecen muy poco, sólo mil balboas por el metro cuadrado", dijo.
Esta madre de familia asegura que todos los residentes cuentan con títulos de propiedad y han invertido el trabajo de todas sus vidas para levantar sus hogares.
¿CUáL ES EL VALOR REAL?
Una avanzadilla, de tres modernos edificios, ya amenazan con transformar los alrededores de San Sebastián, pero los vecinos de esta comunidad, se resisten a "morir" de "urbanitis".
Otro de los propietarios, Leoncio Castillo, considera que en el trato de los agentes de bienes raíces no hay una valoración real de sus terrenos, que con el auge de la construcción de edificios en esta zona, han subido de precios como la espuma.
"Es justo que paguen el valor real de las propiedades, que es mucho más de los mil o 1, 500 balboas que nos están ofreciendo", anotó.
Según el vecino, al frente de San Sebastián las empresas inmobiliarias pagaron más de 2 mil balboas el metro cuadrado, casi el doble de lo que a ellos les están ofreciendo.
SE AFERRAN A SUS TIERRAS
Para la señora Isabel de Delys, los especuladores de tierras buscan la forma de sacar ventajas de sus propiedades, pero ella aseguró que no caerá en sus promesas.
Los resultados de esta campaña ya han dado resultados, las primeras dos casas vendidas ya han sido demolidas, pero la lucha es larga para ambas partes.
"Ellos están jugando con nosotros, porque no hay seriedad en las propuestas que nos han hecho llegar. Yo por mi parte prefiero seguir viviendo aquí, porque este es mi hogar", anotó con determinación.
La mayoría de los vecinos, con casi 30 años en este barrio popular, no se dejan arrastrar por cantos de sirena y prefieren aferrarse a sus terruños, porque consideran que aquí se encuentran sus raíces.
"Ya estamos cansadas de que vienen, toman datos, piden informes, luego se van y no regresan", sostuvo, haciendo un alto para comprar en la tienda de la localidad, donde consigue lo necesario para alimentar a su familia.