Tal vez sí… tal vez no: solo Dios lo sabe

Eduardo Soto P.
Crítica en Línea
En la diócesis de Chitré todos se quedaron de una pieza cuando su obispo, Fernando Torres, les lanzó el ultimátum: a todo aquel que se suicide se le negará la entrada a los templos y la sepultura en lugares sagrados. Según el prelado, las leyes canónicas impiden que a quienes se quiten la vida se les dé "cristiana sepultura" y una despedida religiosa. Eso no es cierto. En el Código de Derecho Canónico no hay una sola línea que diga tal cosa. Sin embargo, sí se advierte que en cada diócesis el obispo es la máxima autoridad (canon 391), y tiene potestad legislativa, ejecutiva y judicial lo que, en pocas palabras, bien podría significar que Torres tiene el poder para decidir que a ningún suicida se le despida como cristiano. Hay otro artículo (387) en el que se advierte que el obispo debe "con todas sus fuerzas" promover la santidad de los fieles. Además, "ha de cuidar incesantemente que los fieles a su cargo crezcan en la Gracia por la celebración de los sacramentos y conozcan y vivan el misterio pascual". Así las cosas, legalmente (la Ley canónica, por supuesto) las cosas no se pintan bien para los suicidas de Azuero (si es que se puede pintar peor después de quitarse la vida), y todo indica que el obispo está dispuesto a frenar este "delito" que se comete contra Dios, cada vez con más frecuencia, en Herrera y Los Santos. El último de los suicidas azuerences respondía al nombre de Osvaldo Enrique Díaz, quien con 45 años era mensajero en el Banco Nacional sucursal de Chitré. Se mató por problemas económicos, según se informó. ¿QUE MAS DICE LA IGLESIA? El Código Canónico sí da razones para negarle las exequias a ciertos pecadores, pero no menciona a los suicidas expresamente. Quienes definitivamente no tendrán "misa de muerto" serán los apóstatas (es decir, aquellos que han renunciado escandalosamente a la fe católica), los herejes o cismáticos. Tampoco quienes pidieron la cremación de su cadáver por razones contrarias a la fe cristiana y los "pecadores manifiestos", a quienes no puedan concederse las exequias eclesiásticas sin ofender o hacer pecar a los otros fieles. Pero, ¡ajá!, El canon más interesante sobre este tema de la negación de exequias, es el que señala que "En el caso de que surja alguna duda, hay que consultar al ordinario (el obispo) del lugar y atenerse a sus disposiciones"…: Torres tendría el sartén por el mango, según esto. ¿Acaso no es razón de duda el hecho de que en una diócesis la gente se esté quitando la vida como si fuera una epidemia? CATECISMO Y RITUAL Juan Pablo II aprobó el nuevo Catecismo Católico el 25 de junio de 1992, y en este documento se condena tajantemente el suicidio, dado que los hombres y mujeres son "administradores y no propietarios de la vida", que es dada por Dios. Sin embargo, no se juzga tan severamente al suicida, como se hacía antes del Concilio Vaticano II. De acuerdo al nuevo catecismo, no debemos creer que quien se ha quitado la vida no será salvo, ya que "Dios puede haberle facilitado por caminos que El solo conoce la ocasión de un arrepentimiento". Esto significa que en ese momento final, tan íntimo y difícil, cuando sólo están el suicida y su concepto de Dios, cualquier cosa pudo pasar, y tal vez el infractor logra ponerse en manos de su Creador segundos antes de morir, y con esto lograr la salvación. Esto no lo sabe nadie más que El Padre, y por ello ningún cristiano es quién para juzgar. Tanto es así, que la Iglesia Católica redactó un manual para ritos de exequias, un grueso libro rojo que se utiliza en los funerales, hay apéndices con orientaciones para los “casos especiales”, en los que se incluye alos suicidas. Se pide por “Todos los que han muerto en circunstancias extrañas, para que el Dios que conoce el corazón y la responsabilidad de cada uno, sea para ellos compasivos y misericordioso”. En dicho documento se advierte lo siguiente: “a nosotros no nos es dado juzgar a nadie: solo Dios conoce el fondo de las personas y solo Él sabe lo que se encierra en el corazón humano”. Y las palabras de despedida son: “La bondad de Dios está por encima de los hombres. Su justicia se traduce en misericordia para los que acuden a Él”. HABLA UN SACERDOTE La mayoría de los sacerdotes consultados esta semana dijeron estar en desacuerdo con el obispo Torres, pero sí coincidieron en que en Chitré hay un problema verdadero que requiere atención urgente. Ninguno, a pesar que ayudaron con orientaciones para este artículo, aceptó que se le citara directamente. Sirvió de mucho un artículo firmado por el sacerdote Miguel Ángel Fuentes (tomado del Internet) en el que se aborda el tema del suicidio frente a la salvación del alma. El sacerdote, citando a Santo Tomás de Aquino, señala que el “suicidio directo” (quien se quita la vida sabiendo lo que hace) es un acto gravemente ilícito por tres razones principales: 1. Porque es contrario a la inclinación natural y a la caridad por la que uno debe amarse a sí mismo; 2. Porque ofende a la sociedad a la cual el hombre o mujer pertenecen y a la que su acto mutila: la priva injustamente de uno de sus miembros que debería colaborar al bien común; y 3. Porque ofende a Dios: “la vida es un don dado al hombre por Dios y sujeto a su divina potestad que mata y da la vida. Por tanto el que se priva a sí mismo de la vida peca contra Dios, como el que mata a un siervo ajeno peca contra el señor de quien es siervo... A sólo Dios pertenece el juicio...” (Santo Tomás). En el siglo XIX al suicida se le juzgaba severamente por su “crimen”. Hoy en día, dice el sacerdote Fuentes, “tanto la situación social, cuanto la formación moral del hombre moderno, obligan a tener otros criterios”. Dice Fuentes que antes de juzgar a un suicida hay que analizar la situación social potencialmente cargada de mentalidad suicida; el elevado número de sujetos psíquicamente frágiles e incluso disturbados metalmente; y los escasos o casi nulos valores que pueden contrarrestar la mentalidad antivida reinante. Finalmente, el padre Fuentes indica que la sociedad es principalmente responsable de tantos suicidios, debido a la destrucción de la familia, o del enrarecimiento de las relaciones familiares, que conducen al aislamiento de los individuos, condenándolos a afrontar solitariamente sus problemas personales más profundos. Además, la proposición de valores que no satisfacen las exigencias más profundas del alma, también contribuye al suicidio, sumado a la “negligencia” de los sistema educativos, que no forman el carácter de los niños con una educación humana auténtica. Esto, en vez de robustecer las estructuras psíquicas, las debilita. ¿Será todo eso lo que está pasando en Herrera y Los Santos y en todo Panamá? ¿Será la solución cerrar los templos? Torres tiene la palabra.
|