Desde hace semanas se vienen registrando aumentos en el precio del arroz, uno de los alimentos básicos en la dieta de los panameños. Se está jugando con la paciencia de la población y ni un funcionario enfrenta el problema para ponerle un alto a la situación.
Con el cuento de la libre oferta y demanda se cuentea a los consumidores a los que el salario apenas les alcanza para cubrir su canasta básica de alimentos.
Se manda a los panameños a comprar el arroz que venden en las ferias libres del Instituto de Mercadeo Agropecuario, obviando que la mayoría de los panameños compra su arroz en la tienda de la esquina.
Surge la pregunta cómo el IMA puede vender el arroz a 30 centésimos la libra y en las tiendas de todo el país el precio es de 50 centésimos. Algo está pasando y alguien no está cumpliendo su labor.
Las protestas que se realizan contra el alza de arroz son descalificadas por los funcionarios, alegando que tienen un trasfondo político. Quizás tengan razón, pero es que el incremento de precios afecta tanto a oficialistas como a opositores. Lo que se reclama es que actúe y que en verdad alguien defienda a los consumidores.
La única ley de economía que el pobre conoce es que cada quincena el sueldo le alcanza para menor y nadie hace nada. Cómo es posible que se haga una importación de arroz a la que se le exonera casi la totalidad del impuesto, pero al consumidor se le aumente el precio.
Porqué el Ejecutivo no aplica las normas que le permite el congelamiento temporal de los precios. Ya el asunto se traduce en abuso hacia un pueblo, que no espera que se nombre una comisión para analizar el problema del aumento en el arroz, sino que reclama acciones rápidas y sin tanta burocracia, porque el hambre no espera y es mal consejera.