A ORILLAS DEL RIO LA VILLA
Se acabaron los santos (I)
Santos Herrera
Los pueblos que conforman
la península son muy trabajadores y en esa misma medida son fiesteros.
A los de aquel lado, como a los de esta orilla del río, nos gusta
el jolgorio, la parranda, el pindín y la murga. Somos adoradores
de los cohetes y de los fuegos de artificios. Nuestro espíritu dicharachero
está siempre predispuesto a la celebración, con bombos y platillos,
de cualquier hecho por más simple que sea, aunque el mismo sólo
tenga repercusión en el caserío. Practicamos una filosofía
baconiana que nos identifica como una región festiva y a fin de justificar
dicha conducta, muy complacidos decimos que todo el que trabaja tiene derecho
a divertirse.
Por este apego a las fiestas, a las celebraciones de las patronales,
que no solamente duran cinco días, sino que como elemento complementario
hemos inventado las famosas gallotas, a diario somos objeto de fuertes críticas.
Ciudadano de las provincias vecinas, en forma burlesca nos llaman tuneros,
acordeoneros, mugueros, coheteros y con otras rambulerías. Los de
acá, cómo responden a esas ofensas? Sencillamente, que al
bagazo poco caso y que nosotros no tenemos la culpa de que ellos sean unos
flojos, que no les guste el trabajo y que son tan simplones que no tienen
capacidad ni para organizar una tómbola. Quizás el día
en que se industrialice el chumico, esa gente tendrá ánimo
para hacer fiestas.
De acuerdo a un estudio sociológico realizado en 1983, solamente
en la provincia de Los Santos se escenificaron ese año 726 bailes.
Lo que significa que se celebraron 60 por mes, 15 semanales y 2 diarios.
Cada baile es amenizado por renombrados conjuntos típicos, que en
la mayoría de las ocasiones se suspenden cuando comienzan a aparecer
las primeras claras del día. Además de los bailes, durante
el día se celebran tardes de toros, cantaderas, gallos, discotecas,
saraos, etc., etc.
Una nota curiosa de lo que comentamos, es que al principio se tomaron
en cuenta conocidos santos para las patronales, y debido a la gran demanda,
se tuvo que consultar al pintoresco Almanaque Bristol en la busca de más
santos, aunque no fueran muy conocidos y no llevaran un nombre muy llamativo.
Se recurrió a esta práctica, porque obviamente eran muchas
las repeticiones. Nuestra gente tampoco respetó la decapitación
de varias docenas de santos, por parte del Santo Papa de Roma, quien a través
de un decreto pontificial los eliminó del santoral. La radical medida
no cambia en nada el asunto, porque para ellos no es válida esa tardía
revisión y lo siguen considerando como su patrón, no obstante
los reclamos de la iglesia.
(Continuará...)

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