Ese sábado el joven maestro salió del poblado con sus alumnos, lo que llamó la atención de algunos padres. Durante semanas los niños habían estado guardando "las papas más grandes" de sus frutas favoritas.
Esa fue una curiosa tarea que le puso el joven maestro, allá en un poblado colombiano llamado Sampués, hace casi cien años.
Ese maestro innovador y emprendedor fue mi padre.
El me contaba con entusiasmo muchos años después, su tarea de reforestar los alrededores de su pueblo.
Los alumnos hicieron la tarea con entusiasmo. Muchas semillas fueron sembradas a orillas de las fincas, para que no cortaran luego los árboles.
Con esta curiosa anécdota mi padre quería estimular en sus hijos la responsabilidad de promover la reforestación.
El tenía ideas originales sobre la reforestación, que pienso tienen validez aunque las dijo hace más de cincuenta años.
Decía mi padre Milciades que no había que reforestar con pino, ni árboles exóticos a Panamá.
Recomendaba reforestar con árboles frutales, como mango, marañón, mamón, jobo, marañón de curazao, naranja, toronjas, etc.
Sostenía papá que era mejor un árbol frutal que uno de madera.
La fruta podría ser consumida por los seres humanos y los animales. Y la que se caía al suelo, ¡se convertiría en abono!
Aquí en Panamá mi padre sembró en el terreno de la casa familiar en Parque Lefevre gran variedad de frutales.
Al abundar la cosecha... se regalaba entre los vecinos...
Confieso que he tratado de reforestar de manera individual. Pero no siempre ha sido fácil.
Hace años decidí sembrar decenas de plantones de mango a orillas de la autopista, y así un árbol jamaicano llamado "jaki".
Hice varias siembras con emoción... hasta que un policía casi me arresta.
Al "tongo" le llamó la atención que entrara a orillas de la autopista con bolsas de plástico y pala...
Además, me deprimo un poco cuando me entero que hay inescrupulosos que tumban bosques por hacer dinero.
¡Menos mal que hace poco convirtieron en delito la tala ilegal de árboles...!
