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Es verdad que nuestro anacrónico sistema educativo presenta la lectura como un “castigo” o una “pesarosa obligación” para los estudiantes, en lugar de hacerla sublime y nutritiva para la muchachada, deseosa de aventuras y fantasías.
También es cierto que nuestros maestros atrapan -desde un punto de vista negativo- a los estudiantes más jóvenes con lecturas desafortunadamente inadecuadas como “El Quijote”, “Cien años de Soledad” o la tragedia “La Orestiada”. Todos estos clásicos son piezas hermosísimas de la literatura universal; sin embargo, hay que aceptar que no son libros para que los lea un jovenzuelo promedio, con las hormonas en ebullición, que poco los aprecia.
Lo que pasa entonces es que la gente rechaza la literatura y la lectura, y hasta le coge rencor al asunto.
Pero hay que levantarse de ese marasmo. Nuestra sociedad es de tercera categoría porque nuestros muchachos no están leyendo. Debemos salvar el futuro para que no se repitan los errores de hoy, cuando una muchedumbre de incultos está siendo gobernada por otro igual de ciegos que ellos, y llevamos todos al país al despeñadero. |
