Algunas de las facciones del opositor Partido Revolucionario Democrático (PRD) tragaron ayer muchos sapos e hicieron un llamamiento a la unidad interna. Quizás el fuego amigo y las revelaciones de los escándalos que terminaron salpicando a altos dirigentes del colectivo, facilitaron el reencuentro.
Todo indica que se enterrarán momentáneamente las aspiraciones. Los ataques entre los aspirantes a controlar el PRD deberán cesar al menos durante el medio año que debe funcionar el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) provisional que pueda surgir en octubre próximo. Será como una tregua frente a una guerra contra dos enemigos: el interno y el del oficialismo.
Lo cierto es que el PRD debe asimilar que necesita una renovación de cuadros y que cualquier dirigencia que surja no debe fundamentarse en intentos para protegerse de cualquier investigación en marcha ante posible malos manejos en la gestión pública.
Los partidos políticos deben entender que tienen que mantener constante actividad para formar a sus cuadros y no permanecer inactivos como sucede con todos los colectivos que cuando llegan al poder se paralizan, porque todos sus dirigentes pasan a formar parte o del Ejecutivo o del Organo Legislativo.
Además en toda democracia se requiere una oposición que sirva para fiscalizar la gestión de cualquier gobierno que se crea todopoderoso. El PRD tiene mucha cancha política y creer que es un colectivo muerto, es llamarse al engaño. Sin embargo, la renovación de su dirigencia y el reemplazo de sus cuadros desgastados, es una acción impostergable. Así lo entendió su propio líder Omar Torrijos, cuando proclamó lo del denominado "relevo generacional".